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5.15% Alma Negra / Chapter 10: 10

Capítulo 10: 10

En la tarde me encontré con Liam en un Hotel.

—¿Y qué haces en tu tiempo libre, John?

—Mayormente trabajar.

—No sabía que trabajabas. ¿En qué trabajas?

—Es un pequeño negocio de mi padre y, estoy a cargo de el.

—No eres muy abierto conmigo. No confías en mí todavía, ¿Verdad?

Ni en mi sombra. Eso quería responder, pero no puedo hacerlo.

—Claro que confío en ti.

—Es que siempre que pregunto sobre ti, respondes de la misma manera o evades la pregunta.

—Digamos que no acostumbro hablar sobre mí, pero no implica que no confíe en ti. ¿Por qué no hablamos de otra cosa?

—¿Cómo qué?— se sentó sobre mí, y sonrió.

—Olvidemos lo que acabo de decir y, hagamos algo mejor — la empujé a un lado y me subí sobre ella.

—¿No vamos muy rápido, John?

—¿Rápido? Eres tú quien me está provocando.

Liam sonrió y me besó.

Terminamos teniendo sexo. Ya era algo que habíamos hecho varias veces. Su cuerpo y forma de hacerlo me gustaba, era como si se convirtiera en otra persona al hacerlo. De alguna manera el sexo se volvió divertido, mientras fuera con ella.

En el fin de semana habíamos quedado en vernos, pero me canceló a última hora. Me estuvo raro, porque nunca lo había hecho. De igual manera, quise ignorar ese hecho y me fui al casino.

Mientras estaba dándole órdenes a los hombres de mi padre, mi teléfono sonó con un mensaje. Era un número extraño y tenía una foto de Liam con otro hombre; estaban entrando a un prostíbulo. Realmente me hirvió la sangre, pero traté de guardar la calma. Sabía que algo estaba pasando; sabía también que tenía en parte la culpa, pues fui un imbécil. Me dejé llevar por el deseo que sentía por ella y me dejé engañar fácilmente.

Cogí mi arma y le puse el silenciador, para así guardarla en mi pantalón.

—¿Va a salir, joven?— preguntó Aquiles.

—Sí, tengo algo que hacer. Cúbreme mientras regreso.

—Sí, joven.

Salí como alma que lleva el diablo. En realidad, no sabía qué era lo que estaba sintiendo en el pecho. No sé si era por la misma rabia o el hecho de haber sido un idiota. No podía quedarme siendo un imbécil más tiempo. Perdí el control de mi.

No me pidieron identificación para entrar. Al no verla por el lugar, fui al área de las habitaciones donde dan mayormente servicios y, ahí fue donde la encontré con otro. Estaban en pleno acto y, traté de guardar la calma para no mostrarle lo ardido que me sentía.

Al verme se detuvieron, y ella se sorprendió.

—¿Quién mierda eres tú?— preguntó el hombre.

—John— dijo Bibi asustada.

—Sal de aquí ahora— le ordené al hombre.

—Vete de aquí y busca quien te dé servicio; a ella la escogí yo.

—O sales o te mueres, tú eliges— le apunté con el arma, y ambos se asustaron.

Se levantó y se puso el pantalón.

—Una palabra de esto, y voy a ir por ti. Espero te quede claro — le advertí al hombre antes de que se fuera.

—John, déjame explicarte— Bibi se cubrió con la sábana, y guardé el arma en mi pantalón.

—¿Cómo la pasaron? ¿Te divertiste mucho? — me senté en la esquina de la cama y la miré—. Siento mucho haber arruinado la diversión, pero veras que estaba necesitando una mujer que me abriera las piernas y, entré a la primera habitación que encontré; y aquí te encontré a ti. Que pequeño es el mundo, ¿No crees, Bibi?

—Déjame explicarte, John.

—Imaginé que si necesitabas de otro hombre, es porque no te es suficiente con lo que te doy.

—Eso no es cierto, no es lo que tú crees.

—Yo no sé tú, pero este ambiente me está dando calor. ¿Cuánto es la tarifa por cogerte?— puse mi mano en su cuello, sin ejercer ningún tipo de fuerza.

—Hablemos de esto, aquí hay un error — lágrimas bajaron por sus mejillas y no sentí nada de lástima por ella. ¿Por qué habría de tenerla?

—Ya olvidé lo que estaba pasando aquí. Espero te sientas con ganas de continuar, porque no vine aquí a escuchar tu llanto de perra arrepentida. Vine aquí a buscar una zorra con la que revolcarme. Independientemente de que seas mi mujer fuera de este lugar, aquí debes comportarte como la zorra que eres y, atender bien a tu cliente; así como atendiste a ese hace un momento.

—¡Yo no soy una zorra!

—Oh, lo siento. ¿Estás tratando de decir que lo hiciste de gratis?

—No, esto no es lo que tú piensas.

Saqué dinero de mi bolsillo y se lo tiré encima.

—Que mal servicio. Dupliquemos la paga, a ver si así te animas a soltarte y dejar de llorar tanto.

—John, no me trates así.

—¿Por dónde te dejaste coger ahora?— se quedó en silencio—. Supongo que tendré que averiguarlo por mi cuenta — le quité la sábana y la tiré a otra parte.

—¿Qué crees que haces? — se tapó con las manos y estaba más que claro para mí.

Me levanté y la halé por la pierna hacia mí.

—¡Espera!

—Cállate, no quiero escucharte. Ni siquiera te estabas protegiendo. ¡Eres una cualquiera! — busqué en mi billetera un condón y bajé mi cierre para dejar mi erección visible.

—¿Qué estás pensando hacer, John?

—Rezarle a los santos, ¿Nos ves?

—¡Detente, John! — se giró para subir a la parte de arriba de la cama, y la halé nuevamente hacia mí.

—¿Por qué tienes miedo? ¿No se supone que estés acostumbrada a esto? Ya que me das la espalda, creo que entiendo tu mensaje— me subí sobre ella e hice presión con mi mano en su espalda, para que así no pudiera levantarse.

Estaba tirando patadas, pero era inevitable, yo no estaba pensando en nada más que destruirla. Quería que sintiera el mismo maldito dolor que estaba sintiendo yo por dentro.

La penetré analmente con toda la rabia que sentía. Jamás había hecho esto con una mujer, pero en ese momento, sólo pensaba en desquitarme. Quería romper cada parte de ella.

—Si sigues gritando así, voy a matarte, ¿Me escuchas? — acerqué el arma a su cabeza, y ella se tapó la boca para evitar gritar—. Buena chica.

Cometí algo que solo un monstruo haría, pero ¿Ya qué más da? Esto es lo que he sido siempre. He hecho cosas peores y no hay nada que me asombre, pero no podía quedarme con esta rabia por dentro. Me estaba lentamente condenando y ya nada me importaba. La odiaba a ella y me odiaba a mi mismo. Me había cegado por lo que estaba sintiendo, que olvidé el camino que debía seguir. Mi padre siempre lo decía y terminé cayendo en la tentación, pero eso no volverá a ocurrir.

—Pensé que te gustaría el sexo duro, pero veo que ni eso aguantas. Es el peor servicio que he tenido en mi vida y, mira, que he tenido muchos — me quité el condón y lo tiré.

En la cama había algo de sangre, pero ya eso no era algo que tuviera que ver conmigo.

Ella se colocó en posición fetal y continuó llorando.

—¡Eres un monstruo! — su cuerpo estaba temblando y su rostro estaba lleno de lágrimas.

—Esto soy. Jugaste con la persona equivocada, Bibi. Vístete y vamos a salir, te llevaré a tu casa.

—¡No voy a ninguna parte contigo!

—Te dije que te vistas, no me hagas repetirlo.

—Voy a hundirte en la cárcel, John. ¡Eres un violador!

—¡Vístete!— le apunté con el arma y se levantó lentamente de la cama.

—Te mandó mi padre, ¿cierto?

—No sé de qué hablas. ¡Vístete!

Se vistió lentamente y caminó hacia mí, pero casi no podía caminar.

—Si haces una tontería, no dudaré en acabar con todo este lugar.

—Aparte de violador, ¿eres un asesino también? A esto te dedicas, ¿No es así?

—Sí, esto soy. Eres la primera que tiene el placer de saber sobre mí, ¿No era eso lo que querías?

Caminamos hasta mi auto. Ella cooperó conmigo y no me quiso ni mirar por todo el camino.

—¿Vas a matarme?— preguntó, a lo que estacioné el auto en un lugar solitario, y ella trató de abrir la puerta, pero el seguro lo controlo yo.

Le dio varios golpes la ventana y se giró hacia mí para tratar de golpearme.

—Creo que estás muy tarde para tratar de escapar ahora. Tuviste muchas oportunidades de hacerlo y no lo hiciste. Creí que deseabas morir de verdad.

—¡No tienes perdón, John! ¡Yo no te engañé! A mí me citaron en ese lugar y luego viniste tu. Estoy segura que fuiste tú mismo para tener una excusa de hacerme todo esto. ¡Eres un maldito! — me dio varios golpes y patadas.

Ya estaba cansado de sus golpes, así que saqué el arma y, sin mirarla, le disparé. Dejó de golpearme, y su cuerpo se quedó inmóvil, algo que me hizo sentir aliviado.

Adoro los finales felices; es una lastima que ahora tendré que limpiar mi auto. Su sangre estaba en todo el asiento y la ventana.

Los negocios de mi padre los tiré a la mierda y, solo por esto que hice, pero ya no me importaba nada. Tarde o temprano tenía que matarla.

No necesito distracciones. Lo más importante es el negocio y cumplir con mi padre. El amor por las perras murió aquí.


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