Capítulo 48: Magia de combate.
Am rebusco de manera desesperada algún pergamino poderoso en su mochila, la batalla se estaba volviendo agobiante, era una horda interminable de esqueletos que se abalanzaba, por suerte, desde un estrecho pasadizo.
- ¿quién demonios puede hacer esto? - exclamó Kuro a gritos para poder hacerse escuchar.
-Un brujo orco- respondió Fary que se movía con gracia haciendo trizas a sus rivales con sus garras heladas; - probablemente muchos de ellos-.
-Imposible, los orcos están extintos desde hace siglos- dijo Arzelen que con impotencia trataba, luego de darse por vencida con sus pergaminos, de conjurar un poco de nieve, se derretía con rapidez producto del calor de la montaña.
-Te equivocas novata- se burló Isz; - El interior de la montaña ardiente es precisamente el hogar del clan de orcos más poderoso-.
Esta vez Am no pudo contestarle a Isz, era en comparación con ella, una novata. Tenía que hacer algo, o jamás estaría a la altura de Kuro. Entonces, lo recordó, aquel poderoso objeto que había robado al archimago Kow, o sea, no directamente a él, sino hurgando en su basura de escritorio. Sacó con rapidez una extensa venda con runas y la envolvió alrededor de su brazo derecho, "erumedacuos", gritó tan fuerte como pudo llamando la atención de todos, acto seguido las runas de la venda ardieron en un fuego azul desapareciendo en abundante humo junto con la tela, Am gritó nuevamente, esta vez de dolor.
-Valiente- sonrió Li, volviendo su vista a los reanimados que fueron desintegrados de a decenas de un solo gesto de la arcanista.
Las marcas quedaron tatuadas en el brazo de Arzelen, ella miró las runas un instante y luego estirando el brazo hacia delante, casi por instinto, hizo salir el agua de las paredes del laberinto formándose en el centro una especie de remolino o tromba de agua que dio forma en unos segundos a un imponente elemental, él lucharía por ella.
El combate cesó cuando Isz incineró el último esqueleto. Kuro suspiró hondamente de cansancio, pero Am volvió a llamar su atención cuando el elemental se deshizo y un intenso llanto se escuchó a sus espaldas.
- ¡no quiero morir aquí! -lloró; - se suponía que era un lugar seguro…-.
-Los lugares seguros no existen- le dijo Li posando su mano en el hombro de Am; - y así está bien-.
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