Después de que Huang Fu dejara el cuartel del Ejército Defensor con el dinero de los impuestos, Wang Yong miró a Li Zhiyuan, quien permanecía allí en silencio. Wang Yong no sabía en qué estaba pensando, pero simplemente se quedó detrás de él sin interrumpir sus pensamientos. Después de estar de pie en silencio hasta el atardecer, Li Zhiyuan repentinamente abrió la boca.
—Wang Yong, has estado trabajando bajo mi mando durante más de diez años desde que te uniste al ejército. ¿Crees que soy leal a la persona equivocada? —preguntó en una voz baja y ronca.
Al ver la tristeza y desilusión en los ojos de Li Zhiyuan, Wang Yong bajó silenciosamente la cabeza. Tras un momento de silencio, preguntó:
—General, ¿quiere escuchar la verdad o palabras corteses?
Al escuchar su pregunta, Li Zhiyuan rió levemente y dijo:
—Dime la verdad.
Wang Yong levantó la cabeza, lo miró y sinceramente dijo:
—Él no lo merece.