—¿Así que ahora te apareces? —Sephina lanzó una mirada fulminante a Natalie—. Él ha estado quedándose contigo, lo mínimo que podrías hacer es estar aquí para sus pruebas.
—Pensé que lo dejaba en las manos más capaces —las tuyas, abuela—, así que no tenía que preocuparme —respondió Natalie con calma, ofreciéndole a su abuelo una sonrisa tranquilizadora, aunque podía ver la preocupación en sus ojos.
—No te preocupes, abuelo. Estoy segura de que tus pruebas saldrán bien y estarás perfectamente sano —aseguró Natalie.
Alberto le dio una sonrisa incómoda, sus pensamientos corriendo en una dirección diferente. «¿Todo estará bien? Eso es exactamente lo que más me preocupa».
El médico entró en la habitación con su asistente siguiéndole de cerca. Alberto, el primer paciente en la historia rezándole a los dioses para que los informes salieran mal.
El médico examinó los informes en su mano, frunciendo los labios en una línea delgada, su expresión sugiriendo que había algo preocupante.