Los caballeros sagrados permanecían inmóviles, sus cuerpos rígidos y sin movimiento. Sus espadas permanecían enfundadas, incapaces de ser desenfundadas como si estuvieran atrapadas en el tiempo. El aire se llenaba de un silencio inquietante, roto solo por los suaves pasos de Faye y el Fraile mientras pasaban junto a los caballeros rígidos.
Sterling estaba junto a la puerta abierta del carruaje, con un sentido de urgencia en su postura. Estaba ansioso por partir antes de que el hechizo que impedía a los caballeros sagrados atacar se disipara.
Merrick, Cartrer y Dahlia habían montado sus sementales. Todos estaban preparados para una partida apresurada de regreso a Everton. La comitiva aún estaba sorprendida porque los caballeros sagrados no se habían movido ni habían intentado detenerlos.