—¿Vas a algún lugar, cariño? —sus palabras caían como miel y un escalofrío recorrió su columna ante la manera en que su intrigante mirada se clavaba en ella. No fue hasta que sintió el familiar cosquilleo de la magia pasar sobre su piel que compuso su expresión y retrocedió varios pasos, solo para toparse con el otro Fae.
En serio, ¿qué les pasa a los Fae con acorralarla como presa? Islinda estaba a punto de acusarlos de hacer que ella se topara intencionalmente con su duro cuerpo. ¿Disfrutan de la sensación o qué? ¿O era ella la única que pensaba demasiado?
El segundo Fae parecía divertido con su situación:
—Es interesante, ¿no lo crees, hermano?
¿¡Hermano?!
Las orejas de Islinda resonaron con esa información. No se parecían en nada, no con el primer Fae que parecía como si el mundo lo lastimara perpetuamente. ¿Cómo podían dos hermanos ser tan diferentes?
Pero entonces lo entendió, esa voz…