—Ella.
Ella levantó la vista de su teléfono y su corazón se saltó un latido al escuchar la voz de su hermano. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral cuando sus ojos encontraron la mirada fría e inquebrantable de Aiden. Él estaba de pie en la puerta, silueteado por la tenue luz del pasillo, su presencia pesada en el silencio de la habitación.
—¿Qué... qué haces aquí? —tartamudeó, su voz apenas por encima de un susurro—. Es media noche.
Los labios de Aiden se curvaron en una sonrisa lenta e inquietante mientras daba un paso adentro. Sus movimientos eran deliberados, cada uno medido, y Ella se sintió temblar. Él siempre había sido el hermano gentil con ella, ignorando sus errores, pero esta vez, no parecía ser así. Cuanto más se acercaba, más fuerte Ella agarraba su teléfono, sus nudillos blancos, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
—Ella —repitió él, su voz suave pero cargada de amenaza—. ¿Dónde está Serena?