—Deja de mirarme así, ¿vale? No voy a romper a llorar histéricamente —murmuró Serena, su voz tensa mientras desviaba deliberadamente su mirada de los ojos escrutadores de Aiden. El peso de su atención la hacía sentir expuesta, vulnerable de una manera que no estaba lista para admitir.
En cambio, mientras estaban sentados en el balcón, eligió enfocarse en el cielo nocturno, el suave resplandor de las estrellas proporcionando una distracción reconfortante. Preferiría mucho más ver las nubes deslizándose lentamente que enfrentar la incómoda verdad que colgaba entre ellos.
Aiden, reclinándose ligeramente, no la presionó más. —Bueno, me alegro de que no estés llorando —murmuró con una pequeña sonrisa burlona—. De todos modos, no traje un pañuelo para prestarte.