—Shen Qing sintió dolor en la punta de los dedos, su rostro se retorció en un instante —Lu, Presidente Lu...
—El Presidente Lu se complació en la expresión dolorosa de Shen Qing antes de dar un paso atrás y, girando la cabeza, dijo —Ustedes, vengan aquí.
Cinco minutos después.
—No esperaba que fueras tan dura —dijo mientras observaba a Shen Qing colapsar en el piso, encendiendo otro cigarrillo —¿Y ahora?
—Shen Qing levantó la cabeza de nuevo y escupió al Presidente Lu con sangre en su saliva —Tú incluso, incluso engañas a los ancianos para quitarles su dinero... y te llamas a ti mismo un ser humano, ¡ja!
—Presidente Lu lentamente se limpió el escupitajo de la cara, su sonrisa inalterable, pero su mirada era como la de una serpiente venenosa escondida en el abismo, tal como la pitón que trepaba hasta su cuello —Enséñenle una buena lección.
Nueve de la noche.