Anne se transformó de nuevo en su forma humana. La transformación la dejó sin aliento por un momento, pero no era la transformación lo que la hacía tambalearse—era la sensación de la mordida de Damien aún hormigueando en su cuello. Sus dedos se fueron instintivamente al lugar, rozando la piel tierna donde sus dientes se habían hundido justo momentos antes. Podía sentir la energía del vínculo pulsando bajo sus dedos, como si estuviera viva, uniéndolos de una manera que trascendía las palabras.
Se giró hacia Damien, quien ya había vuelto a su forma humana, su alta y poderosa figura brillando débilmente a la luz plateada de la luna. Sus ojos estaban fijos en ella, intensos e inquebrantables.
—Me has marcado —susurró Anne, su voz llena de asombro y el más leve matiz de incredulidad. Sus dedos presionaron contra la marca de la mordida de nuevo, como para confirmar la realidad de ella.
Damien dio un paso más cerca.