Robert observaba la pantalla con el ceño fruncido. **40,000 euros**. La cantidad brillaba frente a sus ojos como una cruel broma del destino. El sistema había actualizado automáticamente su balance tras el éxito inesperado del juego de Carlos. Ahora, las reglas eran aún más estrictas: si ganaba dinero, solo recibiría un mísero **1%** de beneficio. Pero si lograba caer por debajo de esos 40,000 euros, podría ganar en proporción directa, **1:1** por cada euro que perdiera.
"Esto es una locura", murmuró Robert, sintiendo cómo la frustración le subía por la espalda. Sabía que con ese sistema tan retorcido, cualquier esfuerzo por ganar solo le traería pequeñas migajas, mientras que si lograba perder dinero, recibiría mucho más. Sin embargo, todo a su alrededor parecía estar diseñado para hacerle ganar, sin importar lo mucho que intentara evitarlo.
Decidió que tenía que ser optimista. "Hay que darle la vuelta a esto", pensó, frotándose las sienes. Y su primer plan era sencillo: deshacerse de **Carlos**.
"Sí, eso es", murmuró para sí mismo mientras abría la carpeta con los detalles del contrato de Carlos. "Despedirlo. Con su entusiasmo, me está llevando directo al éxito, y eso es justo lo que quiero evitar." Pero cuando intentó encontrar una excusa para justificar su despido, el sistema no se lo permitió.
Una notificación apareció en la interfaz:
**"Acción no permitida. Despido no justificado."**
Robert apretó los dientes, su frustración se convertía en enojo. El sistema no solo controlaba el dinero, también le impedía despedir a sus empleados a menos que hubiera una razón válida. **No podía despedir a Carlos simplemente porque estaba haciendo bien su trabajo**. Eso lo irritaba aún más.
"Uffff... qué frustrante", dijo en voz alta, dejándose caer en la silla. Sabía que Carlos seguiría haciendo lo mejor posible, y eso lo empujaría aún más hacia el éxito, el lugar que más odiaba en ese momento.
Pero entonces una idea le vino a la mente. Si no podía despedir a Carlos, tal vez podría diluir su impacto contratando a alguien más. **Un asistente.** Alguien que se encargara de todo el trabajo y, con un poco de suerte, lo hiciera de manera tan ineficiente que Robert pudiera perder dinero. "Y esta vez voy a buscar al más caro que pueda encontrar", se dijo.
Comenzó a navegar por perfiles de asistentes personales, filtrando los resultados para que solo aparecieran los más caros y con las tarifas más infladas. Después de unos minutos, encontró a alguien que encajaba perfectamente en su plan. **Amanda**, una asistente personal de élite, cobraba tarifas exorbitantes por su trabajo, y su perfil estaba lleno de reseñas que hablaban de su atención al detalle y eficiencia.
"Perfecto", pensó Robert, con una sonrisa irónica. "Voy a contratarla para que haga todo por mí. No moveré un dedo más en esta empresa."
Con un clic, envió la oferta a Amanda, listo para ver si, finalmente, este nuevo intento lo llevaba al fracaso que tanto deseaba.
---
Robert no podía contener su entusiasmo mientras se dirigía a la reunión con Amanda. Estaba convencido de que esta sería su jugada maestra. Desde el momento en que vio el perfil de Amanda, supo que ella sería la clave para su tan ansiado fracaso. No prestó atención a su currículum impresionante ni a las recomendaciones sobre su eficiencia. Para él, lo único que realmente importaba era su **salario astronómico**: **8,000 euros al mes**. ¡Un sueño hecho realidad! Solo imaginarse esa cantidad esfumándose de su cuenta lo hacía sonreír.
Cuando se reunió con Amanda por primera vez, apenas escuchó lo que decía. Amanda le explicó sus métodos de organización, las herramientas que solía usar para optimizar el tiempo y cómo garantizaba un funcionamiento impecable en cada empresa con la que trabajaba. Pero para Robert, esas palabras eran como ruido de fondo. No importaba nada de lo que dijera, ni su presencia profesional, ni su atractivo físico. Lo único que le importaba era el número en la interfaz del sistema, el cual aumentaría rápidamente con cada euro que Amanda cobrara por su eficiencia.
**8,000 euros al mes.**
"Es perfecto", pensaba Robert, mientras asentía distraídamente. "Eso debería ayudarme a deshacerme del dinero mucho más rápido." Pero justo en el momento en que se regodeaba en esa idea, echó un vistazo a la interfaz del sistema. Para su horror, el saldo seguía aumentando. **Horrible Threads** continuaba generando ganancias, y cada venta aumentaba los fondos de la empresa de manera lenta pero constante. Un sudor frío le recorrió la espalda al recordar que los ingresos seguirían llegando durante varios meses más.
"Maldita sea", murmuró entre dientes, sintiendo cómo la frustración comenzaba a volver.
No podía permitirse que esa avalancha de éxito continuara, así que decidió actuar rápidamente. En cuanto Amanda firmó el contrato, Robert ya tenía su próximo movimiento planeado. **Alquilar una oficina**. Y no cualquier oficina, sino una amplia y lujosa, con todo lo necesario para perder dinero a lo grande.
Inmediatamente después de la firma, Robert se giró hacia Amanda. "Necesitamos una oficina nueva", dijo, con un entusiasmo forzado. "Quiero algo espacioso. No escatimes en nada: sillas ergonómicas, mesas cómodas, ordenadores de alta gama... lo mejor de lo mejor. Y hazlo rápido."
Amanda, siempre eficiente, sonrió profesionalmente. "Entendido, señor Robert. Me encargaré de todo de inmediato. ¿Tiene alguna preferencia en cuanto a la ubicación?"
Robert negó con la cabeza, intentando no mostrar su desesperación. "Lo que sea más caro", pensó, aunque no lo dijo en voz alta. "El lugar que creas más adecuado", añadió, ocultando su frustración tras una sonrisa tensa. Mientras Amanda asentía y comenzaba a organizar todo, Robert se reclinó en su silla. Por un momento, pensó que finalmente estaba encaminado hacia el fracaso que tanto ansiaba.
"Con ese sueldo y todos esos gastos, finalmente las cosas empezarán a ir mal", pensó con cierto alivio. Pero en el fondo, sabía que nada era tan simple. El sistema siempre tenía una manera de volver a jugar en su contra.
**Capítulo 4: La Búsqueda del Fracaso (Parte 3)**
Las oficinas que Amanda había seleccionado estaban en un edificio moderno, con grandes ventanales de vidrio que reflejaban la ciudad desde lo alto. Cuando Robert llegó, las puertas automáticas se abrieron, y el olor a muebles nuevos y a recién pintado lo envolvió. **Las mesas** de la oficina eran de diseño ergonómico, de madera pulida, con acabados brillantes que irradiaban lujo. Las **sillas** eran cómodas, con respaldo alto y tapizadas en cuero. Y los **ordenadores**, todos de última generación, brillaban sobre cada escritorio, como piezas de arte tecnológico.
Amanda lo había seguido al pie de la letra. La oficina era todo lo que Robert había pedido, y más. El alquiler, **5,000 euros al mes**, garantizaba un golpe significativo a sus fondos, y los gastos en muebles y equipos tecnológicos habían superado los **10,000 euros**. **Los 8,000 euros del salario de Amanda** ya habían sido transferidos, y Robert por fin sintió un poco de alivio viendo cómo su balance descendía. Pero ese alivio fue efímero.
**Carlos** llegó un par de horas después para ver las nuevas oficinas, y su reacción fue inmediata y predecible. Cuando entró, su mandíbula cayó al suelo al ver el lujo que lo rodeaba. "¡Esto es increíble!", exclamó, recorriendo la oficina con los ojos muy abiertos. "No puedo creer que trabajemos aquí."
Carlos se acercó a uno de los ordenadores, pasando los dedos por el marco metálico y admirando las especificaciones. "Estos son de lo mejor del mercado. ¿Cómo conseguimos algo así?" preguntó con asombro, casi tocando la pantalla como si no pudiera creer que fuera real.
Robert, que había estado observando la escena en silencio, reprimió un suspiro. No podía decirle la verdad, que toda esta extravagancia tenía como único propósito gastar el dinero y llevar la empresa al fracaso. En cambio, simplemente asintió. "Es importante tener un buen lugar de trabajo, Carlos", respondió, intentando no sonar demasiado sarcástico.
Carlos continuaba maravillado, sin darse cuenta de que para Robert, todo esto era una carga más que un logro. Mientras Carlos se emocionaba con el espacio y los nuevos equipos, Robert sentía que el tiempo corría en su contra. Cada segundo que pasaba, sus fondos seguían acumulándose gracias a las ganancias continuas de **Horrible Threads**, mientras que los gastos, aunque considerables, no eran suficientes para frenar el flujo de dinero.
**Total gastado hasta ahora**:
- **Salario de Amanda**: 8,000 euros.
- **Alquiler de la oficina**: 5,000 euros.
- **Muebles y ordenadores**: 10,000 euros.
**Total gastado**: 23,000 euros.
**Saldo inicial tras la actualización del sistema y las ganancias del juego**: 79,758 euros.
**Saldo restante después de gastos**: **56,758 euros**.
Robert no podía creerlo. Después de todos los esfuerzos por gastar y malgastar dinero, todavía quedaban más de **56,000 euros** en las cuentas de la empresa. "Esto es una pesadilla", pensó mientras Carlos seguía explorando la oficina, ajeno a la frustración de su jefe.