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69.65% El Elegido del Infierno / Chapter 101: Entrando a las ruinas

Capítulo 101: Entrando a las ruinas

Al acercarse a la entrada de las ruinas, Ian notó que el lugar estaba lleno de actividad. Había aventureros por todas partes, formando grupos y discutiendo estrategias. Algunos revisaban sus mapas y equipamiento, mientras otros hablaban en voz baja, compartiendo rumores sobre lo que habían encontrado dentro.

Ian afinó el oído y escuchó fragmentos de conversaciones. Algunos aventureros mencionaban a otros que ya habían salido de las ruinas con pequeños tesoros. Reliquias menores, cristales de energía y artefactos antiguos parecían ser los principales hallazgos, pero todos sabían que los verdaderos tesoros aún permanecían ocultos en las profundidades.

Dicen que un equipo encontró un amuleto mágico, pero apenas pudieron salir con vida comentaba uno de los aventureros, nervioso, mientras ajustaba su armadura.

Sí, escuché que esas ruinas están llenas de trampas respondió otro, un elfo con un arco en la espalda. Pero también escuché que uno de los equipos encontró un artefacto de poder incalculable. No regresaron, pero si es cierto, entonces hay algo muy grande allá adentro.

Ian escuchaba atentamente mientras los grupos se organizaban. Muchos buscaban formar alianzas temporales para mejorar sus posibilidades de sobrevivir. Algunos ya tenían compañeros de confianza, pero otros miraban a su alrededor, evaluando a quién podían unir a su equipo.

Sin embargo, Ian no tenía interés en unirse a ningún grupo. Con su ejército de almas a su disposición, no necesitaba depender de nadie más. Sabía que la competencia sería feroz, pero también sabía que él tenía una ventaja que pocos podían igualar. Mientras los demás seguían discutiendo y planificando, Ian se preparó mentalmente para lo que vendría.

Ian se adentró en las ruinas, dejando atrás el bullicio de los aventureros y el bullicio que se había formado en la entrada. La oscuridad y el silencio de las profundidades le dieron una bienvenida ominosa. Sin perder tiempo, se dirigió a un rincón alejado, donde comenzó a invocar a sus almas esclavas.

Primero, aparecieron las almas de los guerreros goblins, formidables y decididos en su misión. Sus figuras etéreas se alinearon a lo largo del pasillo, listos para cualquier confrontación. Junto a ellos, surgieron los hombres pájaro, imponentes con sus lanzas y escudos brillando con la luz tenue que lograba filtrarse en las sombras.

A continuación, Ian invocó a los magos goblins, quienes se movían con precisión, sus ojos iluminados por el conocimiento arcano que poseían. Los chamanes de los hombres pájaro tomaron su lugar, sus voces resonando con hechizos protectores y encantamientos que preparaban el entorno para enfrentar cualquier amenaza.

El lobo y el mono hicieron su aparición, escudriñando los alrededores con una agudeza que sólo ellos podían tener. La avispa reina y su soldado zumbaban en el aire, sus alas brillando con un resplandor fantasmal mientras patrullaban el espacio desde arriba.

Tarek, se materializó junto a Ian, preparado para cualquier necesidad que surgiera. Las almas de los árboles normales se erigieron, sus formas enraizadas proporcionando una barrera de protección. Los gargantas de fuego, con su fuego etéreo, aportaron luz y calor en la oscuridad, mientras los Éterhongo, con su forma de esporas, ayudaban a iluminar el camino.

Finalmente, los espíritus de fuego flotaban alrededor, creando un escudo protector contra la fría penumbra que envolvía las ruinas. Ian se dio cuenta de que no podía invocar más almas; el límite de su capacidad había sido alcanzado, y aunque deseaba tener más apoyo, debía conformarse con lo que tenía.

Adelante ordenó con determinación.

El ejército de almas se movió al unísono. Los guerreros goblins tomaron la delantera, seguidos por los hombres pájaro y sus lanzas preparadas. Los magos y chamanes se encargaron de proteger y fortalecer al grupo con sus hechizos, mientras el lobo y el mono exploraban los flancos y las avispas mantenían vigilancia desde el aire.

El ambiente dentro de las ruinas se volvió más pesado a medida que avanzaban, con las sombras y los ecos de los pasos resonando en los pasillos interminables. Las paredes estaban cubiertas de inscripciones y relieves desgastados por el tiempo, que hablaban de una civilización antigua y poderosa.

Con cada paso que daba, Ian se adentraba más en el corazón de las ruinas, preparándose para enfrentar los desafíos que el lugar pudiera ofrecer. Su ejército de almas avanzaba en perfecta sincronía, y él confiaba en que juntos podrían descubrir los secretos ocultos en las profundidades de ese enigmático lugar.

Ian avanzaba con paso firme, cada vez más adentrado en las ruinas. Las luces tenues de los espíritus de fuego iluminaban su camino, pero la oscuridad que los rodeaba se sentía como una presencia viva, sofocante. Entonces, un sonido metálico interrumpió el silencio.

Unos metros más adelante, esqueletos comenzaron a emerger de la penumbra, sus huesos astillados y oxidados por el paso de los años, pero aún animados por una energía oscura y maligna. No tenían carne ni alma, pero sus movimientos eran ágiles y determinados. Una luz azulada brillaba en sus cuencas vacías, alimentada por el poder mágico que envolvía todo el lugar.

Ian alzó una mano, y sus guerreros goblins avanzaron, formando una línea defensiva.

¡A posiciones! ordenó, con voz firme.

Los guerreros goblins se adelantaron, sus lanzas brillando con un resplandor espectral mientras tomaban posiciones, formando un muro de lanzas. Los hombres pájaro volaron detrás de ellos, armados con escudos y lanzas más largas, mientras los magos goblins y los chamanes de hombre pájaro comenzaron a preparar sus hechizos en la retaguardia.

El primer esqueleto se lanzó hacia el frente, sus garras óseas rasgando el aire. Uno de los goblins guerreros lo recibió con un golpe preciso de lanza, perforando su esternón. Sin embargo, el esqueleto no cayó; seguía luchando, movido por el odio acumulado en sus huesos. Un segundo esqueleto atacó, pero el guerrero goblin fue rápido, girando su lanza y golpeando con fuerza el cráneo, desmoronando la estructura ósea en una nube de polvo.

No son fáciles de derribar gruñó Ian, observando cómo más esqueletos emergían de las sombras, rodeando su posición.

Los hombres pájaro atacaron desde arriba, lanzando sus lanzas hacia las cabezas de los esqueletos. Uno de ellos clavó su lanza en el cráneo de un esqueleto, partiéndolo en dos, pero no antes de que las garras del esqueleto lograran rasgar el aire junto a su ala espectral. La precisión de los hombres pájaro era letal, pero los esqueletos seguían avanzando en oleadas.

¡Magos, fuego! gritó Ian, viendo cómo la presión aumentaba.

Los magos goblins levantaron sus manos, invocando bolas de fuego que lanzaron hacia el grupo de esqueletos. Las llamas envolvieron a varios enemigos, sus huesos crujiendo y carbonizándose al instante. Sin embargo, incluso aquellos que se quemaban seguían moviéndose, como si el fuego no pudiera destruir el resentimiento que los mantenía en pie.

El mono y el lobo se unieron al combate. El mono saltó sobre un esqueleto, golpeando con sus puños espectrales hasta que lo hizo pedazos. El lobo, por su parte, corrió entre los esqueletos, derribándolos con fuerza mientras sus colmillos destrozaban los restos de los caídos.

Ian invocó más poder mágico de, fortaleciéndose con la energía que fluía por las ruinas. A su alrededor, los espíritus de fuego flotaban, disparando pequeñas llamas que ayudaban a debilitar a los enemigos antes de que los guerreros goblins y los hombres pájaro dieran el golpe final.

Un esqueleto particularmente grande, armado con lo que parecía ser una oxidada espada, se lanzó hacia Ian con velocidad sorprendente. Ian lo vio venir y, con un gesto, ordenó a uno de los guerreros goblins que se interpusiera. La espada chocó contra el escudo del goblin, haciéndolo retroceder varios pasos. Sin dudar, Ian alzó su mano y lanzó una onda de energía que impactó de lleno al esqueleto, desintegrando su torso en un instante.

Sigan avanzando dijo Ian, mientras las filas de esqueletos comenzaban a disminuir.


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