El Vecino Misterioso
El ambiente en la casa de Clara y Leo había cambiado desde la visita del profesor Vargas. Aunque se habían armado con el conocimiento necesario para sellar el espejo de forma definitiva, ambos sabían que aún quedaba mucho por hacer. La tensión en el aire era palpable, y la sensación de ser observados no desaparecía, incluso cuando estaban seguros de estar solos en la casa.
Era un sábado por la mañana cuando Clara decidió que necesitaba un respiro. El sótano, con el espejo sellado en su interior, se había convertido en un lugar que prefería evitar, y el constante estado de alerta estaba empezando a afectar su bienestar. Decidió salir a dar un paseo por el vecindario, algo que no había hecho desde que comenzaron los problemas con el espejo. Leo, por su parte, se quedó en casa, sumergido en la investigación que el profesor Vargas les había dejado.
Mientras caminaba por las tranquilas calles, Clara se dio cuenta de lo poco que conocía a sus vecinos. Habían comprado la casa hacía apenas unos meses, y entre las renovaciones y el caos que había seguido, no habían tenido mucho tiempo para socializar. Sin embargo, uno de los vecinos en particular siempre había despertado su curiosidad.
Se trataba del hombre que vivía en la casa justo al final de la calle, una vieja mansión que parecía sacada de otra época. Había algo en él que siempre había parecido fuera de lugar, como si no perteneciera del todo a este mundo. Clara lo había visto en contadas ocasiones, siempre solo, caminando por el jardín o saliendo de su casa con una expresión sombría. Nunca lo había visto interactuar con nadie del vecindario, y los otros vecinos parecían evitar hablar de él.
A medida que se acercaba a la mansión, sintió una mezcla de curiosidad y temor. ¿Quién era realmente ese hombre? ¿Y por qué parecía tan apartado de los demás? Decidida a descubrir más, Clara se desvió del camino principal y se dirigió hacia la casa del hombre.
Al llegar a la entrada, se dio cuenta de que la mansión era aún más imponente de cerca. Las paredes de piedra gris estaban cubiertas de enredaderas, y las ventanas eran altas y estrechas, con cortinas oscuras que impedían ver el interior. Parecía un lugar atrapado en el tiempo, ajeno al mundo exterior.
Con un nudo en el estómago, Clara se acercó a la puerta principal y, después de dudar por un momento, tocó el timbre. El sonido resonó por la casa, pero no hubo respuesta. Esperó unos segundos y volvió a intentarlo, esta vez golpeando la puerta suavemente. Justo cuando estaba a punto de darse por vencida, la puerta se abrió con un chirrido, revelando al hombre que había despertado su curiosidad.
El vecino era alto y delgado, con el cabello gris y desordenado cayendo sobre su frente. Su piel era pálida, como si rara vez viera la luz del sol, y sus ojos oscuros la observaban con una intensidad que la hizo sentirse incómoda. A pesar de su aspecto sombrío, había algo en él que transmitía una sabiduría antigua, como si hubiera visto más de lo que cualquiera podría imaginar.
"¿Puedo ayudarte en algo?" preguntó el hombre, con una voz profunda y suave.
Clara se dio cuenta de que no había pensado en lo que iba a decir. Estaba tan absorta en la curiosidad que la había llevado hasta allí, que no había considerado cómo explicarse.
"Oh, disculpe... Soy Clara, vivo en la casa de más abajo, y... bueno, pensé que sería bueno presentarme" dijo, sintiéndose un poco tonta.
El hombre la observó en silencio durante unos segundos que parecieron eternos, antes de dar un paso atrás e invitarla a entrar con un gesto.
"Entra, Clara" dijo simplemente.
Dudando solo un momento, Clara aceptó la invitación y cruzó el umbral de la casa. El interior de la mansión era tan oscuro y anticuado como su exterior, con muebles antiguos y pesados, y una decoración que hablaba de tiempos pasados. El aire estaba cargado de un aroma a madera vieja y a algo más que no podía identificar, pero que le provocó un escalofrío.
"Soy Elías" se presentó el hombre, cerrando la puerta tras ella. "Es raro que alguien del vecindario venga a visitarme."
"Bueno, para ser honesta, no conozco a muchos de nuestros vecinos" admitió Clara, observando la habitación en la que se encontraba. "Y... su casa siempre me ha parecido interesante."
Elías esbozó una pequeña sonrisa, casi imperceptible.
"Interesante, sí... Supongo que podrías decir eso" dijo, señalando un sillón para que se sentara.
Clara tomó asiento, sintiéndose un poco más cómoda ahora que había superado el primer obstáculo. Mientras se acomodaba, notó que había varios libros esparcidos por la sala, algunos abiertos en pasajes específicos, otros cerrados pero claramente bien usados. Parecía que Elías pasaba gran parte de su tiempo leyendo y estudiando.
"Veo que le gusta leer" comentó, tratando de romper el hielo.
"Los libros son una ventana a otros mundos" respondió Elías, sentándose frente a ella. "Y a veces, una manera de entender mejor el nuestro."
Había algo en la forma en que lo dijo que hizo que Clara pensara que estaba hablando de algo más que literatura. Decidió arriesgarse y tocar el tema que realmente le interesaba.
"Mi novio y yo... hemos estado investigando algo relacionado con la historia de nuestra casa" dijo, eligiendo sus palabras con cuidado. "Y, bueno, descubrimos un espejo muy antiguo. Algo... extraño, que no parece ser un simple objeto decorativo."
Elías no mostró ninguna sorpresa al escuchar esto, lo que solo aumentó la curiosidad de Clara.
"Un espejo, dices..." murmuró, entrelazando sus dedos frente a él. "Hay muchas historias sobre espejos antiguos, algunos de ellos muy peligrosos."
"Exactamente" dijo Clara, sintiéndose un poco más animada. "Hemos estado intentando aprender más sobre él, y hasta ahora, lo único que hemos logrado es sellarlo temporalmente. Pero no sabemos si es suficiente."
Elías la observó en silencio durante un largo momento, como si estuviera evaluando si debía decirle algo más. Finalmente, se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos en las rodillas.
"No es coincidencia que hayas venido a mí, Clara" dijo con una seriedad que hizo que el corazón de Clara latiera con más fuerza. "Hay fuerzas en este mundo que la mayoría de la gente nunca llega a comprender. Y ese espejo del que hablas es una puerta a una de esas fuerzas."
"¿Qué sabe usted sobre él?" preguntó Clara, sintiendo que estaba a punto de descubrir algo importante.
"Más de lo que me gustaría" respondió Elías con un suspiro. "Mi familia ha vivido en esta casa durante generaciones, y durante ese tiempo hemos aprendido mucho sobre los objetos antiguos que se encuentran en esta región. El espejo que mencionas... no es un simple reflejo de lo que ves en él. Es un reflejo de lo que no ves. De lo que habita en las sombras."
Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda.
"Hemos... visto algo" admitió, su voz temblando un poco. "Algo que llamamos la Sombra. Intentamos contenerla, pero no estamos seguros de si lo hicimos bien."
Elías asintió lentamente, como si ya hubiera esperado esa respuesta.
"La Sombra es una manifestación de la oscuridad que el espejo ha absorbido a lo largo de los siglos. Es un ente antiguo y maligno, atraído por el dolor, el miedo y la desesperación. Contenerla es solo un primer paso. Si no se maneja correctamente, podría liberarse y causar estragos en este mundo."
Clara sintió que el peso de la situación se hacía aún más evidente. Cada vez que aprendía algo nuevo sobre el espejo, la situación parecía volverse más grave.
"¿Qué podemos hacer?" preguntó, desesperada por encontrar una solución.
Elías se levantó y caminó hacia una estantería al fondo de la habitación. Sacó un libro viejo y polvoriento que parecía a punto de desmoronarse por el uso. Lo abrió con cuidado, hojeando las páginas con una precisión que sugería que lo había leído muchas veces antes.
"Hay un ritual que podría sellar la Sombra de forma permanente" dijo, deteniéndose en una página en particular. "Pero es peligroso, y requiere la participación de aquellos que han sido marcados por el espejo."
"¿Marcados?" repitió Clara, sintiendo un nudo en el estómago.
Elías asintió, su expresión grave.
"Cualquiera que haya interactuado con el espejo de la manera en que lo han hecho ustedes está ligado a él. Sus destinos están entrelazados con el destino de la Sombra. Para sellarla, necesitarán enfrentarla directamente y realizar el ritual en su presencia."
Clara se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. La idea de enfrentar a la Sombra de nuevo la aterraba, pero sabía que no tenían otra opción. Si no lo hacían, la Sombra seguiría acechando en las sombras, esperando el momento para atacar.
"¿Qué necesitamos para el ritual?" preguntó finalmente, su voz firme.
Elías cerró el libro y se lo entregó.
"Todo lo que necesitas está en este libro. Pero te advierto, Clara, que no será fácil. Este tipo de rituales son peligrosos, y cualquier error podría ser fatal. Necesitarás el apoyo de tu pareja y de cualquier otra persona en quien confíes."
Clara tomó el libro, sintiendo el peso de la responsabilidad que ahora cargaba. Sabía que Leo estaría dispuesto a ayudarla, pero no estaba segura de cómo reaccionarían los demás. Sin embargo, no tenía más opción que intentarlo. Si querían sellar la Sombra de una vez por todas, tendrían que estar dispuestos a enfrentarse a lo desconocido.
"Gracias, Elías" dijo, levantándose. "No sé cómo agradecerle lo suficiente.
Elías le dedicó una leve sonrisa, aunque su mirada seguía siendo sombría.
"Solo recuerda, Clara, que estás jugando con fuerzas que no comprendes del todo. Sé cuidadosa, y no dudes en volver si necesitas más ayuda."
Clara asintió, apretando el libro contra su pecho mientras salía de la mansión. A medida que se alejaba, no pudo evitar sentir que, aunque había encontrado respuestas, las preguntas que aún quedaban eran aún más aterradoras.
Cuando regresó a casa, Leo la estaba esperando en la sala, rodeado de libros y papeles. Al ver el libro que Clara llevaba, levantó la mirada con interés.
"¿Dónde conseguiste eso?" preguntó, acercándose a ella.
"En la casa del vecino... Elías" dijo Clara, entregándole el libro. "Sabe mucho más de lo que podríamos haber imaginado. Y hay un ritual en ese libro... uno que podría sellar la Sombra de forma definitiva."
Leo tomó el libro y comenzó a hojearlo, su expresión se volvió seria a medida que leía.
"Esto es... intenso" murmuró, leyendo los detalles del ritual. "Pero si funciona, podríamos acabar con todo esto de una vez por todas."
"Sí" asintió Clara. "Pero necesitamos estar preparados, y no podemos hacerlo solos. Vamos a necesitar ayuda."
Leo la miró con determinación.
"Entonces, busquemos a quienes nos puedan ayudar. No podemos permitir que esta cosa siga acechándonos."
Juntos, comenzaron a planear su próximo paso, conscientes de que el tiempo se agotaba. Pero ahora, con la ayuda de Elías y el conocimiento del ritual, sentían que tal vez, solo tal vez, tenían una oportunidad de vencer a la Sombra y recuperar sus vidas.