El Espejo de la Desaparición
El sol comenzaba a esconderse tras las colinas que rodeaban Villarreal, tiñendo el cielo de un intenso naranja. La tranquila ciudad, con sus calles empedradas y casas antiguas, parecía un lugar sacado de otra época. Pero detrás de esa calma, se ocultaban secretos que pocos se atrevían a mencionar.
Leo Navarro, un joven de 25 años con una mente curiosa, caminaba por las calles en dirección a su hogar. Había pasado la tarde en la biblioteca municipal, buscando cualquier información que pudiera ayudarlo a resolver el misterio que había perturbado su vida en las últimas semanas. Desde la desaparición de su hermana Clara, Leo no había conocido la paz. Cada rincón de la casa familiar parecía estar cargado de su ausencia, y el eco de su risa aún resonaba en las paredes, atormentando a Leo con recuerdos felices que ahora parecían muy lejanos.
Al llegar a la vieja casona de los Navarro, Leo sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Algo en el ambiente había cambiado desde la última vez que estuvo allí, aunque no podía identificar exactamente qué era. La puerta de la entrada, que solía estar entreabierta, estaba completamente cerrada, como si intentara mantener algo dentro. O quizás fuera para impedir que algo saliera.
Empujó la puerta con cierta resistencia y entró en el vestíbulo oscuro. "¿Mamá?", llamó, esperando que su madre estuviera en casa. Pero no hubo respuesta. Sus pasos resonaron en el suelo de madera mientras avanzaba hacia la sala de estar, donde una chimenea apagada y un sillón vacío eran los únicos testigos de su llegada.
El corazón de Leo dio un vuelco al notar un destello proveniente del espejo que colgaba sobre la chimenea. Aquel espejo, un objeto antiguo que había estado en la familia durante generaciones, siempre había sido un punto de interés para Clara. Pero en ese momento, la luz que reflejaba no parecía natural. Era fría, casi como si emanara de un lugar lejano, más allá de este mundo.
Leo se acercó al espejo, sus ojos buscando en la superficie algún indicio de lo que acababa de ver. Su propio reflejo lo miraba de vuelta, pero algo en la imagen lo inquietó. Había una leve distorsión en los bordes, como si el vidrio no fuera del todo sólido, sino líquido, ondulante. Por un breve instante, creyó ver otra figura, justo detrás de él, pero cuando giró la cabeza para mirar, no había nada.
El nerviosismo creció en su pecho. Clara había mencionado el espejo antes de desaparecer, diciendo que veía cosas extrañas en él, pero Leo lo había atribuido al estrés que había estado sufriendo. Ahora, sin embargo, comenzaba a preguntarse si había algo más en juego.
Volvió a llamar a su madre, esta vez con más urgencia, pero el silencio fue su única respuesta. Subió las escaleras de dos en dos, dirigiéndose hacia la habitación de su madre, pero la encontró vacía. Su cama estaba hecha perfectamente, sin signos de que alguien hubiera estado allí recientemente. El pánico empezó a asentarse en Leo, un miedo primitivo que lo empujaba a moverse más rápido, a encontrar a alguien, a no estar solo en esa casa que de repente se sentía tan hostil.
La puerta de la habitación de Clara estaba entreabierta. Un miedo irracional lo detuvo por un momento, pero lo superó rápidamente. Tenía que saber qué estaba pasando. Empujó la puerta y entró, esperando encontrarla vacía también. Sin embargo, lo que vio lo dejó congelado en su lugar.
Clara estaba sentada en su cama, mirando fijamente el espejo antiguo que había en su habitación, un espejo que había pertenecido a su abuela. La expresión en su rostro era de terror absoluto, y sus ojos, normalmente llenos de vida, ahora estaban vacíos, como si estuvieran viendo algo más allá de este mundo.
"Clara...", Leo susurró, su voz temblando.
Ella no respondió. Sus labios se movían, pero no emitían sonido alguno. Era como si estuviera atrapada en algún tipo de trance, completamente ajena a la realidad que la rodeaba.
Leo se acercó lentamente, temiendo asustarla más de lo que ya estaba. "Clara, soy yo, Leo. ¿Qué sucede? ¿Qué ves?"
Clara parpadeó, como si la voz de Leo la hubiera devuelto a la realidad. Pero en lugar de relajarse, su expresión se tornó aún más desesperada. "Leo...", murmuró, y su voz era apenas un hilo. "El espejo... el espejo está... está mal. No puedo... No puedo dejar de mirarlo."
Leo se volvió hacia el espejo, su reflejo se veía perturbado, como si algo en el fondo estuviera intentando salir a la superficie. Dio un paso atrás, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. "No mires el espejo, Clara. No te acerques a él."
Pero Clara no podía apartar la vista. Su cuerpo se tensó, y sus manos se aferraron a las sábanas con fuerza. "Vi algo en él, Leo. Algo horrible. Sentí como si... como si algo me estuviera mirando desde el otro lado."
Leo sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La descripción de Clara coincidía con lo que él mismo había sentido momentos antes. Algo en ese espejo no estaba bien. Algo que no pertenecía a este mundo. "Tenemos que salir de aquí, Clara. No es seguro."
Pero cuando intentó tomar la mano de su hermana para llevarla fuera de la habitación, ella se resistió. "No puedo... No puedo dejarlo, Leo. Si lo hago, algo terrible va a pasar."
Leo no entendía lo que estaba diciendo, pero el terror en la voz de Clara lo convenció de que estaba diciendo la verdad. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, un ruido fuerte resonó desde el piso de abajo. Ambos saltaron, y Clara finalmente apartó la vista del espejo.
"¿Qué fue eso?", preguntó Leo, su voz apenas más que un susurro.
Clara no respondió. En lugar de eso, se levantó lentamente de la cama, sus ojos aún fijos en la puerta como si temiera que algo fuera a entrar en cualquier momento. Leo sintió una oleada de pánico. Algo estaba terriblemente mal en esa casa, y tenían que salir de allí.
Tomó a Clara de la mano y la guió hacia la puerta. Pero antes de que pudieran salir, el espejo emitió un sonido extraño, como un crujido profundo que resonó en las paredes de la habitación. Ambos se volvieron hacia él, y lo que vieron los dejó sin aliento.
La superficie del espejo parecía estar viva, ondulando como agua en movimiento. Y en medio de esas ondas, una figura comenzó a tomar forma. Primero fue una sombra, luego una figura humanoide, con ojos oscuros y vacíos que los miraban desde el otro lado. Era como si el espejo hubiera cobrado vida, y algo en su interior estuviera tratando de atravesarlo.
Clara soltó un grito ahogado y retrocedió, chocando contra Leo. "¡No puede ser real!", exclamó, su voz llena de terror.
Leo sintió el mismo pánico creciendo en su interior, pero sabía que no podían quedarse allí. "¡Corre, Clara!", gritó, empujándola hacia la puerta. Ambos salieron corriendo de la habitación, bajando las escaleras a toda prisa, mientras el sonido del espejo seguía resonando en sus oídos.
Cuando llegaron al vestíbulo, Leo cerró la puerta de la habitación de Clara con un golpe fuerte. "¡Tenemos que salir de aquí, ahora!", dijo, su voz temblando de miedo. Pero antes de que pudieran llegar a la puerta principal, el espejo del vestíbulo captó su atención una vez más.
Esta vez, el reflejo en el espejo no era el suyo propio. Era Clara, pero no como la había visto hace unos momentos. La figura en el espejo estaba atrapada, sus manos presionadas contra el vidrio, su rostro retorcido en una expresión de terror absoluto.
Leo se quedó helado, mirando la imagen de su hermana en el espejo. "Clara...", susurró, incapaz de comprender lo que estaba viendo. Pero cuando se volvió hacia su hermana, ella estaba allí, a su lado, viva y respirando.
"¿Qué está pasando?", preguntó Clara, su voz temblando.
Leo no tenía respuestas. Lo único que sabía era que el espejo tenía algo que ver con la desaparición de Clara y con el terror que los rodeaba. "Tenemos que destruir ese espejo", dijo finalmente, tomando una decisión.
Pero cuando se dirigió hacia el espejo con la intención de romperlo, la figura de Clara en el reflejo comenzó a desvanecerse, como si se estuviera disolviendo en la oscuridad. "¡No!", gritó Leo, golpeando el espejo con sus manos. "¡No te vayas!"
Pero era demasiado tarde. La figura desapareció por completo, dejando solo el reflejo de Leo, con los ojos llenos de lágrimas y las manos temblando.
Clara, la verdadera Clara, lo tomó por los hombros, intentando calmarlo. "Leo, estoy aquí. Estoy contigo. No sé lo que está pasando, pero tenemos que mantenernos juntos."
Leo la miró, su mente luchando por encontrar una explicación racional para lo que acababa de ver. "Clara... Vi algo en el espejo. Era... era como tú, pero no eras tú. Estabas atrapada en él."
Clara tragó saliva, sus ojos llenos de miedo. "Yo también vi algo, Leo. Pero no sé qué es. Todo esto es... es imposible."
Leo sabía que tenían que salir de la casa. Algo maligno estaba sucediendo, y no podían quedarse allí. "Vamos a buscar ayuda. Tenemos que encontrar a alguien que sepa lo que está pasando."
Pero cuando se dirigieron hacia la puerta principal, un golpe fuerte resonó desde la parte superior de la escalera. Ambos se detuvieron, mirando hacia arriba con el corazón en la garganta.
La figura oscura que habían visto en el espejo estaba allí, de pie en lo alto de las escaleras, mirándolos con sus ojos vacíos. Su presencia llenaba el aire con un frío helado, y su simple existencia parecía drenar la vida del ambiente.
Leo y Clara intercambiaron una mirada de terror puro. Sabían que tenían que correr, pero sus cuerpos estaban paralizados por el miedo. La figura comenzó a moverse lentamente hacia ellos, sus pasos resonando en la casa como el sonido de una sentencia de muerte.
Finalmente, Leo reaccionó. "¡Corre, Clara!", gritó, empujándola hacia la puerta. Ambos salieron corriendo al exterior, sin atreverse a mirar atrás. El aire fresco de la noche los envolvió, pero no les ofreció el alivio que esperaban.
Corrieron por el jardín, alejándose lo más posible de la casa. Pero incluso cuando llegaron a la calle, el miedo seguía dentro de ellos, apretando sus corazones con garras invisibles.
Leo miró a su hermana, su mente llena de preguntas que no podía formular. "¿Qué demonios fue eso, Clara? ¿Qué está pasando?"
Clara negó con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas. "No lo sé, Leo. Pero tenemos que encontrar una manera de detenerlo."
Leo asintió, sabiendo que tenían que seguir adelante. No podían volver a la casa hasta que supieran qué era lo que estaban enfrentando. Pero mientras se alejaban, Leo no pudo evitar mirar hacia atrás una vez más. La casa de los Navarro, que una vez había sido un hogar lleno de calidez y amor, ahora se erguía como una sombra oscura en la noche, llena de secretos y peligros que recién comenzaban a revelarse.
La figura en el espejo era solo el principio. Algo más estaba acechando en las sombras, algo que no descansaría hasta que hubiera atrapado a su presa. Y Leo sabía, en el fondo de su corazón, que no se detendría ante nada para salvar a su hermana, incluso si eso significaba enfrentarse a las fuerzas oscuras que habitaban en su propio hogar.