Oberón permaneció inmóvil, sus pensamientos una tormenta caótica, mientras las palabras que Neriah había dicho antes se reproducían una y otra vez en su mente. No podía creerlo. Dora iba a estar embarazada, llevando la cría de Neriah. La conmoción fue tan abrumadora que tardó un momento en recordar respirar. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo podría Neriah haber hecho tal cosa?
Su mirada se desplazaba por la habitación como si buscara una respuesta en las sombras, pero ninguna apareció. Sus manos temblaban, y la tensión serpentaba en su pecho hasta que no pudo contenerla más. Con un estallido súbito de ira, golpeó la mano contra la silla más cercana, el fuerte crujido de la madera resonando por la habitación.