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100% El Regreso de la Superestrella / Chapter 26: Capítulo 26 - Explorando nuevos... conocimientos.

Capítulo 26: Capítulo 26 - Explorando nuevos... conocimientos.

No es como si nunca hubiera sentido que estaba en el lugar y momento equivocados, después de todo, no solo estaba en el lugar y momento equivocado ¡también estaba en el cuerpo equivocado!  Pero definitivamente, no es una sensación que quiera volver a sentir.

La adrenalina me recorría mientras escuchaba las pisadas del grupo caminando hacia la salida del callejón. Mi primer instinto fue darme la vuelta y largarme de ahí lo más rápido posible. Afortunadamente, vi un local cercano, y sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia la puerta.

Gracias al cielo estaba abierto, y me deslicé dentro sin pensarlo. Sin embargo, en cuanto abrió la puerta, un sonido ding resonó en el aire. ¡La maldita campanilla!  Claro, la clásica campanita para anunciar la entrada de un cliente. Podía casi sentir el destino riéndose de mí. Sin tener otra opción, cerré la puerta detrás de mi.

Miré a mi alrededor rápidamente. Era una librería, las estanterías llenas de libros formaban un laberinto perfecto para esconderme. Sin dudarlo, me dirigí hacia uno de los estantes, agarré el primer libro que vi, y me escondí lo mejor que pude. Desde mi escondite, eché un vistazo por la ventana y observé a los tipos de salir del callejón. Cuatro personas. Todos ellos miraban en dirección a la calle donde estaba la tienda, como lobos olfateando el aire en busca de su presa.

No me vean, no me vean... rogaba en mi mente, sosteniendo el libro como si fuera una especie de escudo protector. Después de lo que parecieron horas, pero que probablemente fueron solo unos minutos, los tipos se fueron. Espera un poco más, solo para asegurarme, y luego salí de mi escondite, soltando un suspiro de alivio.

Pero justo cuando creía que todo estaba bajo control, una voz de anciano resonó a mis espaldas.

—¡Oye, tú! ¿Qué haces en mi tienda? Aún estamos cerrados. —gruñó el viejo librero, agitando un periódico enrollado en su mano como si fuera una espada medieval.

Me giré lentamente, levantando las manos en señal de paz.

—Disculpe, don, ya me iba. Solo que vi este libro en su estante y... bueno, me interesó . —Intenté sonar convincente mientras levantaba el libro. Fue entonces cuando bajé la mirada y vi lo que sostenía. En letras grandes y oscuras, la portada decía: "50 sombras de Grey*".

Tuve que morderme la lengua. Me aclaré la garganta, tratando de mantener la compostura.

—Ya sabe, señor... Estoy en la flor de mi juventud, explorando nuevos... conocimientos. Y bueno, imagina que a usted ya no le sirve de mucho, ¿verdad? —bromeé, levantando una ceja.

El viejo no se lo tomó con humor.

—¡Vete de aquí si no vas a comprar! —me gritó, mientras agitaba su periódico como si estuviera espantando moscas.

Dejé el libro en un estante y salí de la librería a toda prisa, tratando de contener la risa mientras me alejaba. Sin olvidarme lo que acaba de suceder, miré a ambos lados de la calle, asegurándome de que la costa estuviera despejada. Afortunadamente, la calle estaba desierta. Hora de correr de nuevo.

Esta vez, no me detuve hasta llegar al restaurante, con el corazón aún latiendo rápido.

...

Nadir tenía razón. De esos cuatro tipos que estaban hablando en el callejón, reconocía a tres muy bien. Sí, los mismos imbéciles que lo habían perseguido.

El cuarto hombre, el enviado por el jefe para hacerse cargo de los otros tres, ya se había largado. Pero los otros se quedaron para vigilar. Al parecer, habían escuchado el sonido de una puerta al abrirse y querían asegurarse de que nadie los hubiera espiado.

Estaban a punto de irse después de haber esperado algunos minutos, sin embargo, uno de ellos notó algo y alertó a los otros. Un chico salía de una tienda, su figura alta y trabajada destacando incluso a la distancia. Sin embargo, lo que realmente capturó su atención fue su rostro. Era el mismo chico que había perseguido hace tiempo. El mismo chico que su jefe tanto quería.

Había pasado un tiempo desde la última vez que lo vieron y ya había cambiado bastante. Se veía más fuerte, más ágil, y—admitámoslo—más atractivo . Aunque estos tres matones se enorgullecían de su masculinidad, tuvieron que reconocer que su jefe tenía buen gusto. El chico tenía ese tipo de encanto y atractivo físico que hacía difícil ignorarlo. Hasta ellos, que se enorgullecían de su virilidad, no podía evitar estar de acuerdo en que había algo especial en él.

— ¿Es él, verdad? —preguntó uno de ellos, con una mezcla de asombro.

El líder del trío, el que siempre parecía tener una expresión enojada, miró a Nadir fijamente mientras el chico se alejaba, sin darse cuenta de que estaba siendo observado. Para ser honestos, ya lo habían olvidado. En su momento, se enojaron con él porque había frustrado su intento de secuestrar a una chica, haciéndola escapar justo cuando estaban a punto de atraparla. Al principio, su interés en Nadir había sido puramente para desahogar su frustración, pero las cosas se complicaron.

Después de ese incidente, no lograrán encontrar a otra chica para cubrir la "cuota de recolección" que les exigía su pequeña pandilla. Su jefe, por supuesto, no tomó bien el fracaso. Los castigó severamente. Fue en medio de esa miseria que decidió ir a beber para ahogar sus penas, y como el destino cruel que es , se encontraron con Nadir de nuevo. Fue entonces, en su estado de alcoholismo severo, cuando decidió matarlo, sin importar las circunstancias.

Sin embargo, después de ese día, todo siguió cuesta abajo. Primero, la policía comenzó a vigilarlos. Al preguntar a sus contactos de bajo rango—esos oficiales corruptos que tenían pagados—descubrieron que el padre de Nadir había presentado otra denuncia. Y no solo eso, varias denuncias más se habían acumulado contra ellos, lo que obligó a las autoridades a tomar el asunto en serio y ponerlos bajo vigilancia constante.

Con las autoridades respirándoles en la nuca, no lograron cumplir con la cuota de nuevo, lo que enfureció aún más a su jefe. La presión se acumulaba, y ahora, su jefe tenía un nuevo objetivo en mente: Nadir.

Lo había visto cantando en el restaurante y, como era de esperar , quedó hechizado por su belleza. No le importaba si era hombre o mujer; si lo quería, lo tendría. Así que les dio a sus subordinados una última oportunidad: si se lo entregaban, les perdonaría sus errores recientes.

Y así, con una mezcla de desesperación y obediencia ciega, los tres hombres intercambiaron miradas. Y empezaron a seguirlo.


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