De vuelta en la residencia Clark, Samantha se sentó en la tranquilidad de su estudio, los muebles de caoba brillando suavemente bajo la cálida luz de la araña de arriba. La habitación olía ligeramente a las rosas que habían llegado ese día, sus delicados pétalos dispuestos en un jarrón ornamentado sobre su escritorio. Tomó su taza de té, pero en lugar de dar un sorbo, se encontró mirando la banda de oro en su dedo, el símbolo de su nueva vida.
El anillo de bodas centelleaba bajo la luz, sus diamantes capturando y refractando el brillo. Era un recordatorio tangible de que ahora era Samantha Clark, esposa de Richard Clark, uno de los hombres más poderosos de la ciudad. Rozó la banda lentamente, una pequeña sonrisa asomando en las comisuras de sus labios. Samantha Clark. Nunca había imaginado que ese título le pertenecería algún día, una chica que había venido de la nada. Ahora, tenía todo: riqueza, estatus y la seguridad que siempre había anhelado.