—Los sentimientos son difíciles de explicar. Wanwan, si realmente piensas de esa manera, te concederé tu deseo. —La cara de Jing Hai era solemne.
Su Wan no esperaba que este asunto fuera tan simple. Se quedó atónita un momento antes de recomponerse. Su corazón de repente se sintió vacío.
—Gracias, Abuelo. —No pudo ocultar la decepción en su tono. Era su petición, pero no sonrió.
Jing Hai lo vio todo. ¿Cómo no iba a entender lo que ella quería decir?
Pensó por un momento y dijo de manera confortante:
—Wanwan, ya que te he prometido, ¿no deberías satisfacer la petición del Abuelo?
Su Wan accedió rápidamente:
—Abuelo, si tienes alguna petición, sin duda la cumpliré. —La culpa en su corazón se derritió en un charco de agua estancada, y no se atrevió a moverse en absoluto.
No se atrevía a mostrarlo, pero lo que estaba pensando, su expresión e incluso sus palabras, siempre se revelaban inadvertidamente.
La promesa hizo sonreír a Jing Hai.
Luego ella dijo: