—Casio —llamé entre mi respiración superficial y rápida.
Sus manos alcanzaron mi cabello de nuevo, moviendo suavemente los mechones caídos sobre mi rostro para luego retirarlos detrás de mis orejas.
¿Por qué era su toque tan gentil, tan conmovedor hoy? Sentía que no conocía al hombre en absoluto, este no era Casio, quien me había rechazado toda mi vida, insultado y hasta morí virgen. Cuando las palabras golpearon mi mente, las nubes de la excitación se disiparon un poco.
—Casio, creo que necesitamos parar —dije, sorprendiendo a ambos, como si incluso mi cuerpo estuviera en desacuerdo con mis decisiones.
—Oh... sí, yo... creo que debería ir a llamar a las criadas —dijo confundido, abochornado, pero cuando se levantó, mis ojos se abrieron de par en par al ver sus pantalones. Estaba en la misma condición, como en el bosque. Incluso con ropa suelta, el bulto estaba bien diferenciado.
—Creo que deberías ir a bañarte, yo las llamaré —dije mientras mi rostro se enrojecía de nuevo.