Ning Zhe miró a su hija con una emoción apenas contenida. —Xiaxia, te ves bien. Parece que la Vieja Dama Mu te ha cuidado muy bien. ¿Cómo está el bebé? Escuché que hubo un incendio en el hospital cuando estabas allí. ¿Resultaste herida? —La expresión de Ning Zhe era de preocupación mientras preguntaba por el bienestar de su hija.
El corazón de Ye Xin se dolía al escuchar la pregunta. El hombre frente a ella también era su padre, después de todo. Sin embargo, él era tan bueno con Song Ning. ¿Qué virtudes tenía Song Ning que tantos la amaban? ¿Por qué tenía que vivir a la sombra de Song Ning por el resto de su vida?
Cuando Ye Xin levantó la cabeza, sus ojos estaban ligeramente llorosos.
Al ver la apariencia de Ye Xin, Ning Zhe pensó que estaba infeliz. Preguntó con cautela:
—Xiaxia, ¿pasó algo? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?
Ye Xin se calmó. Luego, inhaló profundamente antes de decir:
—Necesito dinero.
Ning Zhe se quedó atónito. Cuando recobró el sentido, preguntó: