Todos se calmaron gradualmente bajo la mirada helada de Mu Chen.
Cuando finalmente todos estuvieron en silencio, Mu Chen sacó los documentos y comenzó a leerlos en voz alta.
Sus palabras eran más o menos las mismas, con solo unos pocos cambios aquí y allá: Una cierta persona, en cierta fecha y hora, hizo esto y aquello, resultando en qué tipo de consecuencias, y dicha persona será removida de su cargo, con efecto inmediato.
La lista de nombres y cargos era muy larga. Cada vez que se mencionaba un nombre, aparecía otra cara demudada en la sala. A quienes se nombraba, se les despedía o degradaba; sus crímenes estaban claramente enumerados con suficiente evidencia para respaldar las acusaciones.
Mu Chen no dejó a los culpables la oportunidad de refutar o contraatacar en lo absoluto.
Después de que Mu Chen terminó, entregó los documentos al Segundo Tío Abuelo Mu.