Qiao Mei enterró su cabeza en el pecho de Xia Zhe avergonzada. Xia Zhe sostenía tiernamente la cintura de Qiao Mei con una mano y gentilmente sujetaba la cabeza de Qiao Mei con la otra.
—¡Vamos, vamos, vamos! ¿Por qué armas un escándalo? ¡Apúrate y ponte a trabajar! ¿No quieres descansar? —Xia Zhe gritó mientras sus orejas se tornaban rojas.
Estaba oscuro y nadie podía ver la expresión de Xia Zhe o si se estaba sonrojando. Solo Qiao Mei sabía que la temperatura corporal de Xia Zhe era ridículamente alta.
Zheng Yuan decidió grabar esta imagen en su corazón. Su comportamiento cariñoso era como una cuchilla afilada clavándose en el corazón de Zheng Yuan, cortando repetidamente una herida que no podía cicatrizar, torturándola para siempre.
—Debería ser yo la que esté en sus brazos. ¿Por qué eres tú? —murmuró Zheng Yuan para sí misma.