—Está bien, entonces no iremos a la capital. Vamos a comer, abuelo. Hoy hice tu estofado favorito de papas y frijoles rojos. Está muy delicioso. —dejó Qiao Mei la vajilla para comer con su abuelo.
—¡Las habilidades culinarias de nuestra Mei Mei están mejorando cada vez más! Ese chico Xia Zhe realmente tiene suerte —dijo Qiao Qiang con una sonrisa.
—Jajaja, me pregunto cómo ha estado últimamente —dijo Qiao Mei.
—¿Por qué, lo extrañas, pero ya casi es hora de que llegue su carta. No te preocupes, llegará mañana o pasado mañana —dijo Qiao Qiang.
—¡Sí, sí, no tengo prisa! —La verdad era que Qiao Mei en realidad contaba los días en su corazón cada día, esperando el día en que llegara su carta.
Realmente fue como dijo Qiao Qiang. La carta llegó al tercer día y fue el joven cartero quien la entregó. Qiao Mei había estado tensa los últimos dos días pero ahora finalmente sonreía. Se había preguntado si algo le había sucedido a Xia Zhe que le impedía responder.