—¿Hombre impaciente? —Una ola de euforia la envolvió.
—Señor hombre impaciente —entrecerró los ojos—, algún día, alguien podría sorprendernos con las manos en la masa —se giró en sus brazos para enfrentarlo, pero se llevó una sorpresa al ver lo que había en su mirada.
Hoy no había suavidad en sus ojos, sino una clase de intensidad extraña. Una hambre que hizo que su corazón se saltara un latido.
Algo había cambiado de la noche a la mañana.
Necesitaba desviar su atención de su rostro. Alejarla de su cuerpo. De su existencia.
Él debió leer sus pensamientos, porque sus ojos se desviaron hacia sus labios.
Con una risilla forzada, levantó las manos y comenzó a arreglar su corbata —Yo... estaba hablando... de algunos detalles del lugar... con mis compañeros de equipo... y por cierto —carraspeó—, gracias por decirles que yo era una parte importante de su equipo. Esta mañana, no solo se disculparon sino que también... han empezado a trabajar a todo gas.