Capítulo 2: El Juramento de los Buscadores
Después del descubrimiento del Tecerapto, Atlemin, Yoltraz y Jhosep se encontraron en un estado de entusiasmo y determinación. El resplandor dorado del Tecerapto brillaba en sus mentes como un faro de posibilidades y peligros. Conscientes de la urgencia y la importancia de su misión, los amigos se reunieron en el claro del bosque donde habían encontrado el cristal ancestral.
Atlemin, con su sabiduría reflexiva y conocimiento de los textos antiguos, propuso estudiar cuidadosamente cada indicio que pudiera guiarlos hacia los trece fragmentos dispersos del Tecerapto. Desplegó ante ellos pergaminos amarillentos y mapas desgastados por el tiempo, que contenían inscripciones encriptadas y símbolos místicos que hablaban de tierras lejanas y desafíos inimaginables.
Yoltraz, el más impulsivo del grupo, apenas podía contener su impaciencia. Movía las manos con gestos enérgicos mientras sugería partir de inmediato hacia la región más cercana mencionada en los antiguos registros. Su determinación era palpable, y aunque su entusiasmo a veces parecía temerario, sabía que su valentía y vigor serían vitales para enfrentar los peligros que seguramente encontrarían en su búsqueda.
Jhosep, el más versado en geografía y las leyendas locales, complementó las ideas de Atlemin y Yoltraz con sus propios conocimientos. Conocía historias de guardianes ancestrales y pruebas que habían desafiado incluso a los más valientes exploradores. Su papel era crucial para navegar por terrenos desconocidos y discernir la verdad de los mitos que rodeaban al Tecerapto.
Antes de partir hacia su primera ubicación señalada en los antiguos textos, decidieron solemnemente sellar su compromiso con una promesa. En el centro del claro del bosque, bajo la luz plateada de la luna y el susurro de las hojas antiguas, los tres amigos entrelazaron sus manos en un gesto de camaradería y lealtad.
Atlemin, con una voz serena que resonaba con autoridad, invocó la sabiduría de Kraba, la diosa protectora y madre de toda vida, pidiendo guía y protección en su búsqueda. Yoltraz, con los ojos centelleantes de determinación, prometió proteger a sus amigos con su vida, jurando no vacilar ante ningún peligro que pudiera cruzarse en su camino. Jhosep, con una determinación tranquila pero firme, juró encontrar cada uno de los trece fragmentos del Tecerapto, sin rendirse ante los desafíos que seguramente encontrarían en su camino.
Con el amanecer pintando el horizonte con tonos dorados y rosados, los tres amigos se pusieron en marcha. Cada paso los llevaba más cerca de su destino y más profundo en la red de desafíos que los aguardaban. El camino hacia el primer fragmento del Tecerapto estaba marcado por obstáculos naturales como ríos caudalosos que requerían cruces estratégicos y senderos enredados por la maleza que ponían a prueba su resistencia y orientación.
Mientras avanzaban, discutían estrategias futuras y la importancia de mantenerse unidos frente a los peligros que les esperaban. Cada uno compartía sus preocupaciones y esperanzas, formando un vínculo aún más fuerte mientras enfrentaban juntos los desafíos desconocidos que la búsqueda del Tecerapto les deparaba.
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