Naia se despertó por los continuos picoteos en su rostro. Abrió lentamente los ojos, sus largas pestañas aletearon e hicieron sonreír al hombre.
Lo primero que vio fue a Tadeo besando su cara. Se rió entre dientes mientras le daba un largo beso al lado de sus labios. —Buenos días.
Su gran palma se deslizó hasta su curvilínea espalda, suavemente tirando de ella para que se sentara.
Sintió su mano acariciar su cintura y sus caderas, pero no hizo nada más.
En cambio, simplemente la llevó a la mesa ahora llena con su desayuno. Parpadeó pero simplemente dejó que él la guiara y la hizo sentar sobre su muslo.
De nuevo, no hizo nada impropio a su desnudez y solo la atendió bien.
Le dio de comer religiosamente, soplando la sopa caliente y asegurándose de que las porciones fueran correctas. Limpiaba cualquier migaja o desorden en sus labios.
Ella no vio nada demasiado extraño ya que él a menudo hacía esto.