Tang Yuxin todavía estaba parada frente a él, quizás lo que ella quería era exactamente esto. Quería saber cuánto podía soportar, y también quería saber hasta dónde podía llegar Qin Ziye por otra persona.
—No me obligues a golpear a una mujer —Qin Ziye entrecerró los ojos, pero su corazón no deseaba nada más que volar hacia ella, cuidarla, compadecerse de ella.
Pero Tang Yuxin lo estaba bloqueando desde el exterior. Ella bloqueaba todo: su salida, su camino hacia Jingjing.
De repente, con un golpe, ya había balanceado su mano, sin mostrar piedad alguna, y la abofeteó en la cara a Tang Yuxin.
La cara de Tang Yuxin estaba entumecida al principio, pero ahora no sentía nada en absoluto. Incluso sus oídos estaban zumbando, incapaces de oír ningún sonido.
—¡Aparta de en medio! —Qin Ziye levantó el pie y directamente pateó a Tang Yuxin en el estómago.
La mujer dentro seguía tosiendo laboriosamente, como si se estuviera tosiendo hasta la muerte.