—Mi buen niño —Ren Li abrazó al travieso y le plantó un gran beso en la mejilla, luego regresó a casa para amamantarlo. Si no fuera por su nutritiva leche materna, ¿cómo podría el pequeño crecer tan robusto?
Con su hermanito ausente, Tang Yuxin jugaba con sus hierbas medicinales. Todos los días, ella cargaba su canasta de bambú, subía a las montañas a recolectar hierbas y luego volvía a casa para jugar con el Gordito.
Después de unos días, Ji Miaomiao y sus amigos llegaron, trayendo todo su equipaje con ellos, indicando claramente su plan de quedarse por un tiempo.
Y uno tras otro, miraban al Gordito con ojos llenos de anhelo, como si quisieran devorarlo.
El Gordito, largo, elegante y lindo, con una naturaleza gentil y, lo más importante, sus dulces palabras. Saludaba a todos con una sonrisa, le gustaba restregar su cara contra la de ellos y tampoco era muy exigente.
Además, al ser el más joven, recibía el mayor afecto.