La tierra yacía en ruinas. Los edificios estaban reducidos a escombros, las calles estaban desiertas y el aire estaba impregnado con el olor acre de la destrucción.
En medio de este paisaje desolado, Rayber, el líder de la Legión 101, observaba con ojos sombríos el panorama desolador que se extendía ante él. Su rostro, una vez lleno de carisma y determinación, ahora estaba ensombrecido por la oscuridad que había caído sobre su corazón.
La reciente muerte de Joe, su mentor, había dejado una herida profunda en su alma. Pero aún más doloroso era el vacío dejado por la pérdida de Aurora, su compañera y la voz de la razón en medio del caos. Su ausencia resonaba en cada rincón de su ser, llenándolo de un dolor abrumador.
Mientras la Legión se preparaba para enterrar a los antiguos miembros caídos en batalla, el ambiente estaba cargado de pesar y desesperación. Rayber observaba en silencio mientras los cuerpos de sus camaradas eran colocados en el suelo, sus rostros en reposo ahora eternamente tranquilos.
Las lágrimas se derramaban en silencio mientras los sobrevivientes rendían homenaje a aquellos que habían dado sus vidas en defensa de la tierra. Pero entre los lamentos y las despedidas, un descubrimiento inesperado sacudió a la Legión. Mientras preparaban el cuerpo de Aurora para su entierro, se dieron cuenta de algo extraño: la barriga de Aurora había sido arrancada despiadadamente de su cuerpo.
Un murmullo de incredulidad recorrió las filas mientras intentaban comprender la brutalidad de este acto.
"¡Esto es inaudito!" exclamó Axel, con indignación evidente en su voz
"¿Quién podría haber hecho algo así?"
Rayber, con la mandíbula tensa y los puños apretados, se acercó al cuerpo de Aurora y examinó la mutilación con una mirada sombría.
"No lo sé" murmuró, su voz cargada de ira contenida.
"Pero lo averiguaremos. Y cuando lo hagamos, pagarán por lo que han hecho."
El aire estaba cargado de tensión mientras la Legión se preparaba para enfrentar esta nueva amenaza. Con el dolor de la pérdida aún fresco en sus corazones, estaban decididos a proteger a su tierra a cualquier costo.
Y mientras el sol se ponía en el horizonte, el cielo se tiñó de un rojo sangriento, reflejando el odio y la determinación que arde en el corazón de cada soldado de la Legión 101. La guerra aún no ha terminado, y la batalla por la supervivencia de la humanidad apenas comienza.
Rayber observaba con determinación a su equipo, reuniendo a los últimos guerreros que quedaban en la Tierra. Axel, Sara, Kellah, Frank, Junior y Moreno se alinearon junto a él, listos para enfrentar la batalla que se avecinaba.
Rayber observaba con determinación a su equipo, reuniendo a los últimos guerreros y militares que quedaban en la Tierra. Axel, Sara, Kellah, Frank, Junior y Moreno se alinearon junto a él, listos para enfrentar la batalla que se avecinaba.
"Estamos en desventaja numérica, pero no en espíritu" dijo Rayber, su voz resonando con autoridad.
"Hemos perdido mucho en esta guerra, pero aún tenemos la fuerza para luchar. Juntos, somos más fuertes que cualquier ejército de No-Muertos."
Axel asintió con determinación, apretando los puños con firmeza.
"¡Lucharemos hasta el último aliento!" declaró.
"No dejaremos que los No-Muertos nos derroten."
Sara, con su mente aguda y su agilidad mortal, compartió una mirada de complicidad con sus compañeros.
"Estamos listos para enfrentar cualquier desafío que se nos presente" aseguró.
"Con trabajo en equipo y estrategia, podemos vencer a cualquier enemigo."
Kellah, con su furia desatada y su determinación inquebrantable, mostró su confianza en el equipo. "No hay miedo en nuestros corazones, solo determinación para proteger a nuestra tierra" gruñó .
"¡Lucharemos con todo lo que tenemos!"
Frank, con su fuerza colosal y su lealtad inquebrantable, levantó su puño en señal de unidad.
"¡Ningún enemigo puede detenernos cuando luchamos juntos como hermanos y hermanas!" exclamó.
"¡Por la Tierra y por Joe!"
Junior, protegido por su armadura invencible, se mantuvo firme junto a sus compañeros.
"Somos el último bastión de esperanza para la humanidad" dijo.
"No permitiremos que la oscuridad nos consuma."
Moreno, con sus habilidades letales y su destreza con las armas sonrió con confianza. "
Con nuestras armas afiladas y nuestros corazones valientes, seremos imparables" declaró.
"¡Que los No-Muertos tiemblen ante nuestra determinación!"
Rayber asintió, sintiendo la fuerza y el coraje de su equipo.
"Entonces, preparen sus armas y sus corazones" dijo.
"La Gran Guerra está por comenzar, y depende de nosotros proteger a nuestra tierra y a nuestra gente."
La Legion movilizó todas sus tropas con determinación. Rayber lideraba la carga, junto a sus compañeros y los nuevos reclutas que se habían unido a su causa. Mientras se preparaban para la batalla, conocieron a los comandantes de la armada, cada uno con su propia historia y habilidades. El primero en presentarse fue el Comandante Marcus, un veterano de guerra con cicatrices de batalla que contaban historias de su valentía en el campo de batalla. Su mirada era dura, pero su voz resonaba con autoridad cuando hablaba.
—He luchado en incontables batallas —dijo Marcus—. Y esta no será diferente. Estoy aquí para liderar a nuestros hombres hacia la victoria.
El siguiente en presentarse fue la Comandante Elara, una estratega brillante cuya mente aguda y astucia táctica eran igualmente temidas por sus enemigos y respetadas por sus aliados.
—No subestimen el poder de la mente en la guerra —advirtió Elara—. Con la estrategia adecuada, podemos derrotar incluso al enemigo más formidable.
El Comandante Aric, un guerrero de corazón noble y espíritu valiente, se presentó a sí mismo con una sonrisa amistosa. —Es un honor luchar junto a ustedes —dijo Aric—. Juntos, podemos superar cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino.
Sin embargo, no todos los comandantes eran tan amigables. El Comandante Ravok, un guerrero sombrío con un pasado misterioso, miraba al grupo de la Legión con desconfianza.
—No confío en ellos —murmuró Ravok—. Son demasiado jóvenes e inexpertos para esta guerra. No sé si podemos confiar en ellos en el campo de batalla.
A pesar de las tensiones entre algunos de los comandantes y el grupo de la Legión, todos estaban unidos en un objetivo común: proteger a la humanidad y derrotar a los No-Muertos en la batalla que se avecinaba.
En la base de la Legión, las tropas se reunían en un gran salón, una antigua catedral transformada en cuartel general. Las ventanas rotas dejaban entrar la luz de la luna, creando un ambiente sombrío y solemne. La reciente muerte de Joe y los otros miembros de la Legión pesaba sobre todos.
La emoción era palpable en el aire. Rayber, Axel, Sara, Kellah, Frank, Junior y Moreno se encontraban al frente de la sala, listos para dirigirse a sus tropas. A pesar de la destrucción a su alrededor, el grupo irradiaba una mezcla de determinación y tristeza.
Sara, con lágrimas en los ojos, fue la primera en hablar:
—Hoy nos reunimos aquí para honrar a aquellos que hemos perdido. Joe, Valeria, Luke, Ángel, Aurora... Rohwder, todos dieron sus vidas para proteger nuestra tierra. Es difícil encontrar palabras para expresar el dolor que sentimos.
Kellah, normalmente tan fiera, se mostró vulnerable:
—Ellos eran más que compañeros de batalla. Eran nuestra familia. Hemos pasado por tanto juntos, y su ausencia deja un vacío imposible de llenar.
Frank, el coloso del grupo, con su voz profunda y resonante, agregó:
—Pero en medio de esta tristeza, debemos encontrar la fuerza para seguir adelante. No podemos dejar que su sacrificio sea en vano.
Junior, con su nueva armadura invencible, intentó consolar a los demás:
—Estamos aquí porque creemos en la causa por la que luchamos. Protegeremos nuestra tierra y vengaremos a nuestros caídos. Moreno, con la voz temblorosa, añadió:
—Joe nos enseñó a nunca rendirnos, a luchar hasta el final. Y eso es lo que haremos.
Rayber, sin derramar una lágrima, observaba a sus compañeros con una expresión imperturbable. Recordaba a Rohwder, el fiel amigo que siempre se mantenía fuerte, incluso en los momentos más tensos. Sabía que ahora debía asumir ese papel, ser la roca en la que todos podían apoyarse.
Axel, sintiendo la emoción de todos, levantó la voz:
—¡Por Joe! ¡Por Aurora! ¡Por todos ellos, vamos a luchar con todo lo que tenemos!
Los soldados reunidos en el salón comenzaron a aplaudir y vitorear, sus espíritus elevados por la promesa de venganza y justicia. La emoción llenó la sala, y muchos comenzaron a llorar abiertamente, abrazándose unos a otros.
Rayber, sin embargo, permaneció estoico. Sabía que debía ser el pilar de fortaleza para todos ellos.
Finalmente, levantó una mano para silenciar a la multitud. Cuando habló, su voz era firme y llena de resolución:
—Ellos dieron sus vidas por un futuro mejor. No podemos fallarles. Cada uno de ustedes tiene un papel crucial en esta lucha. Juntos, somos fuertes. Juntos, venceremos. La multitud respondió con un rugido de aprobación.
Rayber se mantuvo como una piedra, honrando a Joe y a los demás con su determinación inquebrantable. Sabía que su momento de llorar vendría, pero por ahora, debía ser el líder que todos necesitaban.
Mientras la reunión llegaba a su fin, Rayber se volvió hacia su equipo principal, sus ojos llenos de un fuego decidido:
—Axel, Sara, Kellah, Frank, Junior, Moreno, prepárense. La Gran Guerra se avecina. Movilizaremos todas nuestras tropas. Debemos estar listos para cualquier cosa.
Axel, con sus puños reforzados, asintió:
—Estamos contigo, Rayber. Hasta el final. Sara, con su mente aguda y cuerpo ágil, agregó:
—No dejaremos que su sacrificio sea en vano. Kellah, con su furia inquebrantable, asintió:
—Lucharemos con todo lo que tenemos.
Frank, el titán, declaró:
—Seremos su legado.
Junior, protegido por su armadura, afirmó:
—No fallaremos.
Moreno, con sus cuchillos listos, dijo:
—Haremos que se sientan orgullosos. Con una última mirada de determinación,
Rayber se dirigió a su equipo:
—Entonces, vamos. Tenemos una guerra que ganar.
Y así, la Legión se preparó para enfrentar la mayor batalla de sus vidas, con Rayber liderándolos hacia el futuro incierto, pero llenos de esperanza y determinación.