Ji Zhihan avanzó hacia Shen Feichi, su expresión sombría.
—¿Qué es exactamente lo que quieres? ¿Solo estarás satisfecho si me sacas a mí y a Shen Feichi de esta casa? —Su voz transmitía una queja.
—¡Ji Zhihan, Shen Feichi se cayó por su cuenta, por qué te enojas conmigo! —Lin Lanzhi se enfureció aún más con las palabras de su hijo.
—Zhihan, no discutas más con Mamá. Realmente me caí por mí mismo, no tuvo nada que ver con ella. Te estás alterando por eso. No peleen por mí; me sentiría terrible —dijo Shen Feichi lastimosamente, tirando de la ropa de Ji Zhihan.
—¡Cállate! —Lin Lanzhi miró con desdén el acto de hacerse la víctima de Shen Feichi, deseando poder abofetearla—. ¿Quién pidió tu opinión en una conversación entre mi hijo y yo? ¡Qué eres tú!
—¡Basta! —La voz de Ji Zhihan fue alta.
Esa palabra dejó a Lin Lanzhi en shock.
Su hijo nunca antes le había mostrado tal enojo.