En las manos del monje Santo del Desierto Occidental, un plato redondo emitía una luz púrpura que se disparaba hacia el cielo, perforando las nubes. Era extremadamente impactante y, aun desde lejos, se podía ver.
Después de un largo rato, el monje Santo del Desierto Occidental guardó el disco, y la columna de luz desapareció.
Esto era porque había muchas rachas de luz parpadeando desde la distancia. Alguien había sido atraído hasta aquí.
—¿Qué está tratando de hacer este tipo? —Lu Ming, que se escondía no muy lejos, vio todo.
El monje Santo guardó el disco y regresó a la entrada de la cueva oscura. Gritó:
—¡El tesoro en esta cueva es mío!
Después de gritar, su figura destelló y rápidamente dejó la cueva.
Poco después, más de diez rachas de luz volaron, revelando más de diez figuras.
—¡El tesoro está en la cueva, matad! —No podemos dejar que nadie más llegue primero. —¡Perded, es mío! —Más de una docena de expertos se precipitaron directamente dentro de la cueva.