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—Jajaja, te hemos buscado por todas partes, pero tú lo has encontrado sin ningún esfuerzo. Lu Ming, te has entregado a nuestra puerta. Eso es genial. ¡Nos ahorra la molestia de buscarte! —Wang Chen se detuvo y soltó una carcajada estridente.
—¡Deténganlos, no dejen que escapen!
—¡Estás cortejando la muerte! —Sheng Xingchen gritó y se lanzó hacia Lu Ming y Ji Mai con unos cuantos jóvenes más.
Los ojos de Ji Mai estaban llenos de solemnidad. Sin embargo, se contuvo de hablar cuando vio la expresión calmada de Lu Ming.
En el siguiente instante, unos jóvenes, incluyendo la constelación sagrada, rodearon a Lu Ming.
Frente a ellos, Wang Haoxian parecía preocupado.
—Lu Ming, al menos sabes cuál es tu lugar. Sabes que no puedes huir, por eso no lo hiciste. Sin embargo, aunque te quedes y supliques misericordia, ¡hoy morirás igual! —Los ojos de Sheng Xingchen brillaron con intención de matar. Al mismo tiempo, parecía confiado.
Si no fuera por miedo a Ji Mai, ya habría atacado.