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—¡S-Señorita Astaria, no puedes! —Keeve y Reeve gritaron al mismo tiempo.
Ricardus, quien estaba parado detrás de ellos, abrió mucho los ojos sorprendido. Las cosas eran mucho más serias de lo que imaginaba.
Podía ver su propia muerte justo frente a él.
Quería huir, sin embargo, su cuerpo no se movía.
Estaba congelado por el miedo.
—… —Astaria echó un vistazo a Reeve y Keeve, los dos podían soportar la presión invisible pero invencible que emanaba de ella, sin embargo, proteger al Rey era su deber, al final, la Daga de Reeve y la Espada de Keeve aparecieron en sus manos y las apuntaron hacia Astaria.
—Señorita Astaria, no podemos permitirle que mate al Rey —dijo Reeve.
Keeve, que estaba parado detrás de él, asintió también.
No obstante, las piernas de ambos temblaban.
Astaria no era una oponente a la que pudieran enfrentarse.
—Estáis desperdiciando vuestra vida —comentó Astaria.
Su tono, aún tan frío como antes.