—Todo no era tan simple como parecía.
A menudo Max se había preguntado cuál era la razón por la que Angakok tomaba un interés personal en su entrenamiento hasta el punto de aceptar cuidar de Max mientras hacía entrenamiento de nivel en un planeta desconocido.
Él era un dios, cada segundo de su tiempo divino era extremadamente valioso, lo que significaba que las razones detrás de su manera de entrenar a Max eran también colosales.
Max no era tonto, entendía que ya que Angakok estaba invirtiendo tanto en él, el momento en el que reclamaría su libra de carne llegaría tarde o temprano.
Mientras que si era una solicitud como la que le había dado el abuelo Drax para vengar al villano del Señor Agni, Max no tendría reparos en hacer todo lo posible para ayudar a Angakok, pero lo que a Max le preocupaba era que Angakok tuviera algo más siniestro en mente.
Desde lo más profundo de sus entrañas, sentía que Angakok apuntaba a tomar posesión permanente de su cuerpo.