El aire espeso y caliente dentro de la cámara se tensó con expectativa, como si pudiera presenciar la inminente tormenta que estaba a punto de desatarse.
Asher, con los ojos brillando con una intención inequívoca, empuñaba un cubo rebosante de una misteriosa poción y 2 pinzas para pezones en su mano.
—¡Ni se te ocurra! —gritó Edmund, pero no hizo nada para detener los movimientos de Asher mientras este sujetaba las dos pinzas en los pezones de Sabina.
—Ooohn~ —gimió Sabina mientras se estremecía al sentir la carne de sus pezones duros siendo apretados y pellizcados por las pinzas.
Los ojos de Edmund parpadeaban incontrolablemente mientras se sentía desconcertado por los sonidos que su hermana estaba haciendo. ¿Por qué no decía nada o maldecía a ese perro?
Tal vez todas esas azotainas debieron haberla dejado débil y agotada.
Con un movimiento rápido y deliberado, Asher volcó el contenido del cubo sobre Sabina, haciendo que su largo cabello plateado se adhiriera a su espalda.