La tensión en la celda era palpable mientras las botas de Asher resonaban ominosamente contra el frío suelo de piedra. Sus ojos, fríos e inflexibles, se clavaron en los de Raquel, cuya mirada perdida de repente recuperó luz al sentir su presencia.
—Detente ahí mismo —Raquel siseó, su voz rezumando veneno mientras su postura se tensaba, lista para atacar o defenderse—. Sal de mi vista... Quería amenazarlo para que la dejara ir diciéndole que su gente no lo dejaría en paz una vez que se enteraran de esto.
Después de pasar la última semana lanzándole amenazas, se dio cuenta de que ni siquiera le importaba. Todo lo que podía hacer era aceptar a regañadientes la comida para mantenerse saludable y lista para pensar en un plan de escape.