Mientras Asher se levantaba, sus ojos vagaban, casi sin su consentimiento, hacia la vista de los picos gemelos tentadoramente perfilados por la tela rojo oscuro que envolvía el pecho de Ceti, mientras una gota de sudor era engullida por su profundo escote.
Ceti, dándose cuenta de dónde había aterrizado su ardiente mirada, rápidamente se giró de lado, con una expresión de molestia en su rostro —Su Alteza... usted es el consorte real. Por favor, tenga más cuidado —dijo Ceti, con las mejillas sonrojadas mientras maldecía por qué el aire tenía que estar tan caliente como para hacer que esta pieza de tela se adhiriera a su piel.
Asher lentamente curvó sus labios, un destello de diversión en sus ojos.
Sabía que ella estaba cuestionando indirectamente sus modales y decencia.