Al alcanzar el oscuro velo en el interior del coliseo, el grupo de Fénix rápidamente descubrió cómo podrían cruzarlo. Una vez que lo atravesaron, sin embargo, se encontraron con el horror.
Esparcidos por el suelo, desmembrados, desentrañados, convertidos en cenizas y en muchos otros estados, cientos y miles de muertos vivientes.
Fénix miró más adelante y notó más adelante una muralla de muertos vivientes empujándose unos a otros, intentando alcanzar una enorme montaña de cuerpos, a cientos de metros de distancia.
No se voltearon ni siquiera a mirarlos, ajenos a los recién llegados. Lo que fuera que tuviera su atención, la tenía muy bien.
Y Fénix sabía qué era.
—¿Qué mierda causó esto? —preguntó Jaxx, con el rostro pálido.
—¿Qué más, crees? —respondió su hermana, señalando algo más adelante.