El demonio, sintiendo que finalmente se enfrentaba a un oponente digno, hizo lo mismo que Luna. Una espesa niebla negra y roja comenzó a irradiar de su piel, antes de estallar hacia afuera, empujando un poco contra el aura de Luna y reclamando su propio espacio.
Astaroth se rió entre dientes, viendo cuán poco había logrado empujar el poder de Luna. Era como ver a un cachorro ladrar a un perro viejo.
Pero Luna no tomó el agravio tan bien.
Viendo que su enemigo quería jugar de la manera difícil, Luna optó por un enfoque más directo. Astaroth observó como su cuerpo se inflaba en tamaño, transformándose en un gran ciervo, su corona desenredándose y convirtiéndose en este enorme conjunto de astas, con pequeñas esferas blancas flotando sobre cada punta.
Luna alcanzó aproximadamente el mismo tamaño que Teraria y Arborea, su piel tomando tonos de verde, marrón y blanco. La transformación asombró a Astaroth.
Ella se veía mucho más impresionante así que como una cierva.