Feebie estaba tan atónita por lo que había ocurrido que se detuvo en seco. Se quedó allí parada, mirando a la persona a quien había estado persiguiendo durante un tiempo, y su reacción no pudo evitar provocarle una sonrisa.
—Mira cómo estás, ¡tienes que sujetarte la garganta solo para hablar! —se rió Feebie—. No puedo creer que, con la situación como está, hayas decidido enfrentarte a mí. ¿Es este algún tipo de orgullo inútil que tienes?
—Entendería si vinieras de algún gran clan, pero no eres más que una rata sin nombre. Deberías haberte ocultado y haber muerto como el cobarde que eres.
Raze no pudo sonreír, y Feebie tenía razón; tenía que tensar sus músculos con las manos de una manera extraña solo para poder sacar algo de su voz.
—Un sin nombre... Comienzo a entender, esa es aún más la razón por la que estás tratando de deshacerte de mí, ¿verdad? Porque pude superar a tu clan y a los otros, yo, un don nadie.