Atticus estaba tranquilo.
Desde que ascendió al rango de maestro, sus sentidos habían sido varias veces más agudos que antes. Ya conocía la situación antes de salir a la superficie.
—No puedo escapar —determinó Atticus.
La persona, o mejor dicho bestia, que acababa de hablar estaba flotando justo encima de Atticus, mirándolo como si fuera una hormiga.
Era humanoide, muy parecido a la criatura con la que Atticus se había encontrado antes. Sin embargo, esta figura tenía características más cercanas a las de los humanos normales. Sus manos y piernas eran de tamaños normales, pero su cabeza seguía siendo esférica con ojos rojos carmesí.
A pesar de ello, en lo que Atticus se centraba no era en esto. El aura de la criatura era expansiva e intimidante, un aura que Atticus nunca podría confundir: un Gran Maestro.
A su alrededor, rodeando la cascada, había múltiples figuras de criaturas humanoides de rango Maestro+, idénticas a la que había visto antes.