En el corazón del que una vez fue un bosque vibrante, la devastación había dejado una huella indeleble en el paisaje.
Los árboles imponentes, que una vez extendieron sus ramas hacia los cielos, ahora estaban como centinelas chamuscados, con sus retorcidas y negras extremidades extendiéndose como espectros grotescos.
El suelo del bosque, antes una verde alfombra de vida, se había transformado en un caótico tableau de destrucción. El terreno estaba marcado por cráteres profundos, evidencia de poderosos enfrentamientos mágicos que habían tenido lugar.
Los restos diseminados, un inquietante testimonio de la violencia implacable que se había llevado a cabo. Armas rotas, armaduras destrozadas y tierra quemada pintaban un cuadro sombrío de las batallas que se habían luchado.