Recomendación musical: Teeth— 5 segundos de verano.
Los ojos de los ángeles de la muerte se estrecharon hacia él y las palabras que había pronunciado. Uno de ellos comenzó a reír con su voz ronca que sonaba casi chirriante.
—Parece que no entiendes, demonio. Has muerto. Ya no tienes el poder que tenías antes. Con esas esposas en tus muñecas y tobillos, dudo que incluso Satanás pueda liberarse de ellas.
Ian miró sus manos. Con sus rodillas en el suelo, ambas manos habían sido atadas separadamente. El lugar a su alrededor era oscuro pero no lo suficiente como para aún poder ver la figura de los tres hombres encapuchados.
—Ya veo, entonces el viejo gruñón y terco no pudo, pero seguramente alguien lo habrá intentado antes, ¿no? —preguntó Ian con indiferencia.
—Nunca —respondió el segundo que estaba a su izquierda.
El otro a la derecha añadió: