—Tienes hambre —dijo él.
—Tengo mucha hambre —respondió ella.
Kaizan asintió y luego le pidió que lo acompañara de regreso al comedor. Hizo que ella se sentara en la mesa y se unió a ella. —Lamento lo sucedido hoy en el mercado —dijo, tomando su mano y besando sus nudillos—. Era imposible no tocarla y se preguntaba si ella ardía con la misma necesidad.
—No fue tu culpa —respondió ella suavemente mientras sus mejillas se teñían de rojo—. Lucas es un imbécil que se merecía todo eso y más.
—¿Alguna vez... tuviste sexo... con él? —Kaizan ardía con la pregunta y no sabía cómo preguntárselo, pero aun así lo hizo.
—¡Por supuesto que no! —replicó Olivia.
Y Kaizan cerró sus ojos aliviado. Lucas sería perdonado. No tendría que matarlo ni lanzarlo por un precipicio.
—Lo conocí cuando tenía dieciséis años y es tan cabeza hueca ahora como lo era en aquel entonces —agregó—. Era muy popular entre las chicas de nuestra manada. Francamente, le habría ido mucho mejor si se hubiera quedado.