Ilyana y Haldir estaban parados frente a las grandes puertas de roble tallado del salón principal donde Inyanga y Haldir se encontraban sentados. Theodir había llamado a su hermano y a su esposa para comunicarles su decisión.
Ilyana parecía desconcertada de estar en esta situación, pero durante los últimos días se había sentido tan liberada de todas las emociones, toda la agonía y todo el odio que había albergado en su corazón que estar aquí ahora mismo, frente a la puerta cerrada, se sentía más ligera. Era como si su cuerpo estuviera levitando en el espacio que había dejado atrás en su juventud. Cientos de años viviendo con el odio hacia Theodir y anhelando a su hermano menor, agonizaba su corazón. Había desperdiciado tanto tiempo precioso cuando todo lo que tenía que hacer era mirar por encima de su hombro y su esposo estaba allí de pie. Su garganta se movió y tragó saliva.