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Las palabras que brotaron de la boca del espía dejaron a Aed Ruad inquieto y frío, mientras el temor se deslizaba por su columna vertebral. Observó al espía durante un largo momento mientras sus ojos abiertos intentaban buscar un rastro de falsedad en su rostro. El lazo de sangre que había formado con Siora estaba cortado y por eso se sentía tan horrible. —¿Cómo? —preguntó, porque esa era la única palabra que podía pronunciar.
Al principio, el espía frunció los labios y luego miró hacia la nieve que cubría sus botas. —Todo fue una artimaña. Adriana, Íleo y Anastasia estaban involucrados. Llegué a saber que habían tendido una trampa para Siora y que ella había caído en ella. —