Anastasia trazaba círculos perezosamente en su piel mientras estaba acostada sobre su pecho. —No. Pero puedo aprender muy rápido. —dijo.
—¿Por qué quieres ir, amor? —preguntó él, trazando una línea en el interior de sus alas. Tiró suavemente del ala hacia su cara y la besó. Estos días los músculos de sus hombros se estaban desarrollando bien. Él se aseguraba de que tuviera la dieta adecuada para desarrollar esos músculos. Después de cada sesión de enseñarle a usar armas y avanzar en su entrenamiento como guerrera, él personalmente masajeaba sus hombros y espalda con un aceite curativo especial que había conseguido de las Montañas de Tibris, de la corteza de un árbol encontrado especialmente allí.
—Será una buena oportunidad para conocer a tus abuelos y también para aprender algunas cosas. —Ella sabía que sus abuelos habían prometido a Lila para él.