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—¿Por qué está empeñada en conocerme? —preguntó Anastasia. Eso era extraño, especialmente porque se estaba haciendo pasar por una sirvienta. Pero realmente quería averiguar sobre ella y saber más acerca de su tía. Decir que estaba entusiasmada por conocer a la reina era quedarse corto.
—¡No lo sé! —respondió Jor'gas con una risita—. Llevó a Anastasia al palacio. Esculpido dentro de una montaña, las paredes del palacio eran de color obsidiana. Mesas, sillas, camas; todo estaba esculpido de la piedra negra de la cueva. No había flores o vegetación, pero a través de todos los enormes salones que atravesaban, veía grandes candelabros y muy pocas fuentes de agua pequeñas. El suelo estaba bellamente pulido y reflejaba la imagen de los candelabros en el techo. Todo el palacio era un hervidero de actividad con sirvientes moviéndose de un lado para otro. Doblaron el corredor del salón principal y entraron al ala norte.
—Aquí es donde viven el rey y la reina —dijo Jor'gas.