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Lerrin
—Suhle inclinó la cabeza y trazó su lengua con la de él, y Lerrin instintivamente hizo la llamada —un gemido resonante y grave que solo había oído hacer a su padre por su madre cuando era un cachorro, que la reclamaba como suya y hablaba de su deseo.
Pero no era suficiente.
Algo dentro de él la buscaba —a través de su piel, dentro de su sangre —giraba y se estiraba, alcanzándola como si ella fuera la respuesta a la única pregunta que quedaba en el mundo.
Entonces ella se echó hacia atrás en la cama y su progreso se detuvo. Lerrin se enderezó para encontrarse con sus ojos, el miedo y la esperanza librándose una guerra en su pecho.
Ella lo miraba con los ojos muy abiertos.