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—¿Necesitas algo? —preguntó ella, sorprendida—. ¿Puedo ayudarte para que puedas descansar?
—No, pero creo que puedo ayudarte a ti —dijo él con voz ronca.
Ella miró hacia abajo al cuenco en sus manos, lo llevó de vuelta al banco con los demás platos, luego lo dejó suavemente. —Lerrin, te agradezco que desees ayudarme —dijo sin mirarlo—. Pero... pero esta conversación de esta noche me ha hecho darme cuenta... he estado equivocada.
Él frunció el ceño. —¿En qué?
Ella se volvió hacia él, pero mantuvo una mano en el banco detrás de ella, como si necesitara algo contra lo que apoyarse. —Yo... te mentí de cierta manera. No mentí sobre por qué quería estar aquí, para servirte, para mantener mi catre en tu tienda. Pero... después de esa reunión... sí deseaba que los demás creyeran que estábamos apareándonos— Sus cejas se levantaron, pero ella continuó rápidamente—. No pretendía tentarte. Solo quería alentar los rumores.